LA HISTORIA DEL HOMBRE QUE LE ARMÓ UN SERVICIO DE INTELIGENCIA PRIVADO AL GRUPO CLARÍN.
Por Roberto Caballero
Director
Su nombre es Gustavo Gabriel Slevin, alias “Señor Hunt”. Filmó con cámara oculta al delegado Luis Siri cuando negociaba su indemnización y a Guillermo Moreno durante una asamblea de Papel Prensa. Para el PRO, escrachó a sindicalistas del SUTECBA.
Hasta ahora, el video registrado con cámara oculta que utilizó Clarín para instalar que el sindicalista Luis Siri es una suerte de extorsionador profesional, lejos de probar el presunto apriete mafioso a la empresa editora, dejó en evidencia que el acoso y la persecución gremial denunciada por los trabajadores de AGR durante 8 años es la única verdad en esta historia. Filmar de modo subrepticio a un empleado que está negociando una indemnización constituye un abuso de poder patronal judiciable.
Es indudable que la imagen en el video de Siri reclamando dinero para él y sus compañeros de la Comisión Interna, mezclado con apelaciones al bloqueo de la salida del diario, generaron un fuerte impacto en la opinión pública, tan cierto como que Clarín ignoró la oferta de Tiempo Argentino de publicar en estas mismas páginas –a entero costo nuestro– la transcripción completa, sin los recortes y sin los efectos de dramatización que la edición del material introdujo para ser emitido en el horario central de Canal 13, y que hoy está en manos de la justicia.
El informe de Telenoche, presentado por el periodista Edgardo Alfano, tuvo una extensión de 20 minutos. La charla de Siri y el abogado de Clarín, Matías Fredriks y un misterioso “Señor Hunt”, supuesto ejecutivo del grupo, registrada con cámara oculta el 17 de febrero, en las oficinas del estudio Sáenz Valiente de Puerto Madero, duró una hora y cuarto. Sin embargo, en el informe que se puso al aire, los tramos que reflejan declaraciones de Siri no suman más que 7 minutos y 20 segundos. Es interesante, en este caso, detenerse en el recurso de la reiteración de ciertas frases que apoyarían la hipótesis de la extorsión: unas 6 veces se repite “la capacidad de daño que tenemos es inmensa”, 7 veces que “es plata o quilombo”, 6 que el tema “no es laboral sino político”, y 5 que quieren “3 millones 150 mil pesos” para, en teoría, no impedir la salida del diario. Todo esto, matizado con imágenes tomadas durante la noche del sábado 26 y la madrugada del domingo 27 de marzo en la que Siri, junto a 60 compañeros, sus familias y algunos integrantes de la Juventud Sindical Peronista (JSP), intentaron bloquear cuatro de las diez puertas que tiene la planta Zepita, en Barracas. El indoloro happening sindical fue la excusa perfecta para que Clarín decidiera no salir a la calle ese domingo, como antesala de la ya tristemente célebre tapa blanca, que intentó ser una denuncia sobre un “ataque a la libertad de expresión”, que nunca sufrió.
En realidad, se trató de una maniobra de desinformación que comenzó a planearse en diciembre, continuó con reuniones en enero y alcanzó su clímax el 17 de febrero pasado, cuando Siri y otro delegado, Cristian Quiroz, fueron filmados con cámara oculta. La historia, al fin de cuentas, empieza con un engaño, de esos que el vulgo llama, sin tantas vueltas, “una cama”, armada por un vidrioso espía de cuyos antecedentes nos ocuparemos más adelante. Una aclaración: el trabajo no fue una tarea periodística, sino una operación de inteligencia con fines políticos y empresarios.
Siri fue convocado a las oficinas de la calle Juana Manso 205, en Puerto Madero, una de las sedes legales del holding de Héctor Magnetto. Ya había tenido otra reunión en enero. Pero esta vez, le dijeron, iban a presentarle a una persona muy importante que tenía “capacidad de decisión” en la empresa. Cuando llegó, estaba Fredriks –a quien el diario La Nación presentó como socio a cargo del área laboral del estudio Sáenz Valiente– quien, se suponía, no tenía poder real en la negociación por las indemnizaciones, y otra persona que sí lo tendría, a quien Fredriks presentó como “Señor Hunt”. Primera mentira al delegado Siri, en una desigual relación de poder: según el Boletín Oficial, Fredriks integra los directorios de muchas empresas del Grupo Clarín: ASMINOR, Automóviles deportivos 2000 SA, Carburando SAPICAFI, Mundo Show, Mundo Show TV, Southtel Holding SA, Teledigital cable SA, Cablevisión del Comahue SA, Chos Malal Video Cable, Holding Teledigital Cable SA, IVC SA, Pampa TV SA, Patagonia Televisora Color SA, RCC SA, Teledigital RCC SA, Teledigital Sur SA, Teledigital Cable SA, Teledigital IVC SA, Televisora IVC SA, Televisora Capital Sarmiento SA, Torneos Network. Además, Fredriks comparte el directorio de la empresa madre, Clarín, junto a Héctor Magnetto, José Aranda, Lucio Pagliaro, José María Sáenz Valiente –padre e hijo–, Saturnino Herrero Mitjans, Jorge Rendo, Alejandro Urricelqui, Munner Satter, Robert Goad, Eduardo Padilla Fox y Luis María Blaquier). Si había alguien que podía hablar en nombre de Magnetto en esa reunión, ese era Fredriks.
Sin embargo, el misterioso “Señor Hunt” adoptó la pose de ejecutivo más influyente. Actuando de subordinado, Fredriks retomó conversaciones anteriores con Siri, como para “poner al tanto al Señor Hunt”, quien durante la charla dijo ser “asesor de (José) Aranda y (Jorge) Rendo”, que no habían podido asistir por estar “de vacaciones”. Segunda falsedad: Tiempo Argentino llamó a las empresas del Grupo Clarín pidiendo hablar con “el Señor Hunt”. En todos los casos, la respuesta fue la misma: “Aquí no trabaja nadie con ese apellido.”
“Hunt” les dijo que la empresa no quería a los delegados y que tenía “orden de Aranda” para sacárselos de encima a cualquier precio. Lo poco que se publicó de las imágenes reflejó el tire y afloje por el número final de una indemnización, donde se vio a Siri y Quiroz empeñados en subir torpemente la cifra con alusiones al moyanismo y a “Aníbal El Terrible”. Los delegados, siempre según el material editado, habrían cotizado alto sus ocho años de fatigosa lidia gremial y judicial, con deudas salariales incluidas. Estas motivaron, incluso, la intervención del Ministerio de Trabajo, que logró reincorporarlos a sus puestos, aunque no pudo hacer cesar el hostigamiento empresario sobre ellos. A esta altura, queda claro que a Siri, Quiroz y otros delegados les resultaba intolerable el vínculo laboral y pretendían un reaseguro económico, que por ley les corresponde, para irse en busca de otros horizontes.
Antes de despedirse, luego de una hora y cuarto de reunión, en la que no hubo acuerdo, “el Señor Hunt” dejó un teléfono para que lo llamaran por si bajaban sus pretensiones, pero los trabajadores no lo hicieron. Quien se comunicó con ellos, el 2 de marzo, fue el propio “Hunt” para decirles que la empresa no les pagaría lo que pedían. Dos días después, AGR-Clarín presentó la denuncia por “extorsión” ante el juez Conlazo Zabalía. Nada de todo esto, sin embargo, fue publicado como información por el diario Clarín. Ni en su sección Política, ni en su sección Policiales.
Recién después del bloqueo, habiendo tomado la decisión empresaria de no sacar su diario a la calle, Clarín dio a conocer las negociaciones de Siri con el enigmático “Señor Hunt”, presentándolas como prueba delictual en formato de “informe periodístico” en su noticiero, y adjuntando el video oculto al expediente abierto con anterioridad. El juez Zavalía aceptó como querellantes, en representación de AGR-Clarín, a los abogados Alejandro Pérez Chada y Hugo Wortman Jofre, este último apoderado legal de Héctor Magnetto en la causa platense que investiga los presuntos delitos de lesa humanidad cometidos en el traspaso accionario de Papel Prensa durante la dictadura, y viejo socio de Luis Moreno Ocampo.
La pista sobre “Hunt” apareció en un artículo del diario La Nación, firmado por Adrián Ventura, el domingo 3 de abril. Allí se dice que Siri habló con Fredriks y “Gustavo Slevin Hunt”, “asesor externo de AGR y de Clarín”. Una nueva falsedad quedó al descubierto: su expertise es el espionaje y las operaciones de inteligencia. Gustavo Gabriel Slevin (así aparece en todos los documentos públicos, el “Hunt” cuanto menossería una ironía: quiere decir “caza” en inglés) es el hombre a cargo de las operaciones con cámara oculta que luego Clarín reviste periodísticamente para herir a sus adversarios. En un error o exceso de confianza, a Slevin se lo puede ver comiendo un sanguchito en la famosa filmación donde Guillermo Moreno, uno de los enemigos del grupo, llevó cascos y guantes a una asamblea de accionistas de Papel Prensa, que fue reproducida hasta el hartazgo por Telenoche para esmerilar al secretario de Comercio. El propio Siri lo identificó en ese video. Y otras dos fuentes, que no se conocen entre sí, lo reconocieron: uno por la voz, en el video del 17 de febrero; el segundo, porque conoce cada paso que Slevin dio en el mundillo del espionaje comercial.
El Boletín Oficial es una buena hoja de ruta y relaciones para saber de dónde proviene el “cazador”. Slevin fundó el 6 de febrero de 1996 la firma Buenos Aires Sistemas Inteligentes, una SRL dedicada a “la compra, venta, importación, exportación, distribución de artículos de seguridad y equipos de comunicación satelital”, con sede en Libertad 1213, tercer piso. Lo hizo, casualmente, junto a Luis Moreno Ocampo, Wortman Jofre, Sebastián Popik y Frank Holder, por ese entonces oficial de enlace de Inteligencia de la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires. El 8 de mayo de 1997, se publicó que Holder cedió su parte a Moreno Ocampo y a Wortman Jofre. El 17 de junio de 2003, Moreno Ocampo entregó todas sus acciones a Slevin.
Otra firma, Background Search SRL, fundada en 1997 por Moreno Ocampo y Wortman Jofre, fue parcialmente cedida a Slevin el 18 de febrero de 2000, aunque ratificando al gerente anterior, Lucas Palacios. El 17 de junio de 2003, el mismo día que Slevin quedó como único dueño de Buenos Aires Sistema Inteligentes SRL, se publicó que Moreno Ocampo le vendió sus acciones a Palacios, que quedó así como socio de Slevin en Background Search. Ambas empresas siempre mantuvieron un domicilio común.
La pantalla comercial de Slevin es la “instalación de cámaras y telefonía”, pero si alguien llega recomendado, ya en confianza, ofrece sus servicios de “investigación, a través de cámaras ocultas y escuchas telefónicas”, y hasta se ufana de que sus equipos “registran con fidelidad, aun con poca luz”. Fuera del Grupo Clarín, también trabaja para Mauricio Macri: fue el responsable de filmar clandestinamente a los sindicalistas del SUTECBA que se llevaban cajas de la obra social municipal, al inicio de la gestión PRO.
En el video con Siri, Slevin sólo deja ver sus manos. Fue el periodista Ventura, de La Nación, quien permitió a través de su artículo unir las manos con el nombre real del misterioso acompañante de Fredriks.
Indudablemente sigiloso por oficio, algo debe estar fallándole a Slevin últimamente, porque el mismo Siri, mientras era filmado en el estudio Sáenz Valiente, se dio cuenta de la maniobra, que debía ser secreta. Al sanguchito de Moreno se le suma otro incidente en Internet. En el sitio <permuventas.com.ar>, todavía hoy puede leerse un aviso, en la sección “cámaras ocultas y micrófonos ocultos, asesoramiento, diseño y armado”, que dice “filmá sin que se den cuenta. Envíos a todo el país.” Un cliente lo contactó el 31 de agosto de 2006. El espía, atento, le responde al día siguiente: “Llamáme, te dejo mi celular. Gustavo Slevin”, creyendo que era un mensaje privado. Pero no. Allí quedó colgado, al igual que su último pedido, casi lastimoso, del 4 de abril de este año, es decir, después de la operación para el Grupo Clarín. Tres veces pósteó: “Eliminar este anuncio”. Viendo que nadie le respondía, escribe: “Quiero borrar avisos antiguossssss. Cómo se haceeee!!!!!”. Espías eran los de antes.
Los pasos de comedia de Gustavo Slevin provocarían risa, si no fuera porque sus servicios son contratados por el mayor holding de comunicación de la Argentina, con posición dominante en el mercado y reacio a acatar las leyes de la democracia, para reunir videos y grabaciones que son usados luego como munición gruesa contra todo aquel que se interponga en sus muchos negocios.
Más grave todavía es que las operaciones de inteligencia y demolición de Héctor Magnetto contra su abanico de enemigos que incluye a sindicalistas moyanistas, empresarios de la competencia y funcionarios públicos kirchneristas sean maquilladas como notas o informes periodísticos cuando no lo son.
Salen a la luz, en horario central, cuando hay que destruir la imagen pública de cualquier adversario.
Así los disciplina o los aniquila.
A eso le llama “libertad de expresión”.