Les comparto una excelente nota de www.lavaca.org
Abuelas de Plaza de Mayo anunció la restitución de Javier Matías Darroux Mijalchuk, el nieto 130. Tiene 41 años y es hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, desaparecidos en diciembre de 1977. Lo habían secuestrado junto a su mamá, quien además estaba embarazada de dos meses. Su tío realizó la primer denuncia en 1999, mientras Javier Matías se acercaba a la filial de Abuelas en Córdoba. En 2016 les comunicaron lo que habían esperado toda la vida. “Los invito a tomar coraje, a acercarse a Abuelas. La restitución de mi identidad es una caricia al alma”, alentó Javier Matías a quienes tengan dudas sobre su identidad. “Si tengo que sintetizarlo es el abrazo con mi tío después de 40 años”. El tío, el otro protagonista, resaltó que aún tienen dos familiares desaparecidos: “No es mi propósito desmerecer esta celebración pero hoy también es un día de duelo. No olvidemos las cosas que hacían los genocidas”.
Roberto Mijalchuk mantuvo toda su vida el mismo número de teléfono a la espera de ese llamado que le cambiara la vida. Dejó ese mismo contacto la primera vez que se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo, en 1999, cuando se decidió a denunciar la desaparición de su hermana, Elena Mijalchuk, de su cuñado, Juan Manuel Darroux, y de su sobrino, Javier Matías Darroux Mijalchuk, en diciembre de 1977. Sabía en carne viva que un desaparecido no es “una entidad”, alguien que “no está, ni vivo ni muerto”, como escuchó de boca del genocida Jorge Rafael Videla el día que se le revolvieron las entrañas, sino alguien que vuelve todos los días. “Hasta en las boletas que entraban debajo de la puerta de casa y que uno pensaba que podían venir de mi hermana, de cualquier parte del mundo, de donde esté”, dice.
Su búsqueda comenzó a los 19 años, pero el teléfono sonó finalmente en 2016. Atendió. Era la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), que le comunicó lo que toda su vida había esperado.
Hoy Roberto tiene 60 años.
Está en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, veinte años después de dejar su teléfono.
Y a su lado está su sobrino, Javier Matías, el mismo al que llamó y le preguntó, con total respeto:
-Hola, ¿vos sos Javi?
Lo que sigue es el abrazo 130 de una historia de memoria, lucha y amor.
Javier Matías al lado de su tío, Roberto, que sostiene una foto de su hermana Elena, desaparecida en 1977. Foto: Martina Perosa.
Tomar coraje
-¿Es un hermoso día, verdad?
Estela de Carlotto sonríe de amor a una sala llena de abrazos. Afuera, paró de llover. “Y ya está saliendo el sol”, dice la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo en una sala repleta, mientras acaricia la mano de un hombre de pelo largo y barba. Lo mira. Le sostiene la mirada. La misma que Roberto, su tío, le sostiene ahora después de 41 años de búsqueda. Y Estela, sin dejarle la mano ni de sonreirle, anuncia:
-Es el nieto 130. Pero tiene nombre: es Javier Matías.
Javier Matías Darroux Mijalchuk es hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, ambos detenidos y desaparecidos en diciembre de 1977. Nació el 5 de agosto de 1977, tiene 41 años y agradece, antes que a nadie, a su tío Roberto, sentado a su lado. “Nunca bajó los brazos ni perdió la esperanza de encontrarnos con vida. Mantuvo siempre su mismo número de teléfono a la espera del llamado que siempre esperó”. También agradece a su compañera, Vani, y a dos amigos que lo animaron a acercarse a Abuelas a dejar una muestra de ADN. “Siempre respondía que tenía la certeza de que mis padres podrían haber sido desaparecidos, pero que estaba bien en quién era”.
La Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Taty Almeida, presente en la conferencia. Foto: Martina Perosa.
Pero en 2006 –dice- lo pensó mejor. “Entendí el egoísmo de mi postura. Porque si no era importante para mí, tenía que ser conciente que del otro lado podría estar buscándome un tío, un hermano, una abuela”. Y tomó una decisión. “Vani y mis amigos tenían razón: había un tío buscándome hace 40 años”.
Javier Matías y Roberto se miran.
Se sonríen.
Se abrazan.
Javier Matías dice: “Los invito a tomar coraje. A acercarse. La restitución de mi identidad es una caricia al alma. Si tengo que sintetizarlo es el abrazo con mi tío después de 40 años. Sí: Abuelas son abrazos”.
La historia
Juan Manuel y Elena se conocieron en la Universidad de Morón. Él había trabajado en la Prefectura Naval Argentina durante poco más de cuatro años, y en 1969 entró a la Universidad, donde trabajó en tareas administrativas hasta mayo de 1975. Ella estudiaba para Contadora Pública.
Se pusieron de novios. La familia de Elena se opuso en un primer momento por la diferencia de edad: él era más grande. Finalmente, se mudaron para Capital. Elena terminó la carrera a fines de 1976. Ocho meses después nació su primer hijo, en el Hospital Alemán de CABA. A Elena le gustaba Matías, pero le agregaron Javier para que tuviera las mismas iniciales que su padre. La pareja se mudó a Caseros con la familia Mijalchuk.
Al poco tiempo, Elena volvió a quedar embarazada.
Javier Matías besa y abraza a la presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto. Foto: Martina Perosa.
Lo último que la familia supo sobre Juan Manuel fue a través de sus primos Luis Molina y Domingo Carmelo Graziadio, a comienzos de diciembre de 1977. Durante el anuncio, Estela leyó el comunicado oficial de Abuelas para precisar nombres y ubicaciones, a los fines de obtener más información:
- “Se habían encontrado con él en un bodegón en la localidad de Valentín Alsina, ubicado en Rucci y Viamonte, donde se solían reunir. Luego Juan Manuel le pidió a su primo Domingo que lo acercara hasta Paraná y Panamericana, zona norte del conurbano. Domingo lo dejó allí pero como lo notaba preocupado volvió a pasar y vio cómo su primo discutía acaloradamente con cuatro hombres que lo subieron a una Chevy azul metalizada. Fue la última vez que lo vio”.
Elena recibió una llamada hacia fines de ese mismo año. También una carta en la que Juan Manuel le indicaba que el 26 de diciembre debía encontrarse con unos compañeros en Capital Federal.
Lee Estela:
- “En la víspera, Día de Navidad, Elena mostró la carta a sus padres y les pidió que la acercaran con su bebé al lugar. Al día siguiente, tal lo convenido, llevaron a Elena y al pequeño Javier Matías a la cita, en Pampa entre Lugones y Avenida Figueroa Alcorta, en Núñez. Esa fue la última vez que los vieron”.
Elena estaba embarazada de dos meses.
Foto: Martina Perosa.
El encuentro
Las familias Mijalchuk y Darroux pidieron a fines de los ´80 la presunción de fallecimiento en la Justicia. Sin embargo, en mayo de 1999 Roberto denunció la desaparición de su hermana embarazada, su cuñado y su sobrino. Allí dejó el número de teléfono de línea que nunca dio de baja. De a poco, las familias fueron incorporando sus muestras al Banco Nacional de Datos Genéticos, mientras Abuelas solicitaba las exhumaciones de familiares fallecidos para completar la información genética. El detalle es importante para entender el trabajo que hay detrás de este abrazo: la última muestra que se sumó fue la de la abuela paterna, que permitió la identificación de Javier Matías. Por su parte, la CONADI continuaba la investigación de las causas de la desaparición de Elena y Juan Manuel.
Javier Matías se acercó a la filial de Abuelas Córdoba con dudas sobre su identidad. Siempre supo que no era hijo de las personas que lo criaron. Estela precisa:
- “Su expediente de adopción consignaba que había sido encontrado por una mujer la noche del 27 de diciembre de 1977. Fue en la intersección de Ramallo y Grecia, a tres cuadras de la ESMA, cerca de donde esa misma madrugada Elena Mijalchuk fue vista con su bebé por última vez”.
Foto: Martina Perosa.
El bebé se crió en la Ciudad de Buenos Aires. De joven, se mudó a Córdoba Capital en 1999. Allí inició su búsqueda. Casualmente el mismo año en el que su tío, Roberto, denunció su desaparición. En 2016, el Banco informó que su perfil coincidía con el la familia Darroux Mijalchuk.
El abrazo estaba a punto de sellarse. La demora en su divulgación se debió a que la CONADI derivó el caso a la Unidad Fiscal Especializada para Casos de Apropiación de Niños para investigar qué pasó con sus padres, que envió la causa a la justicia federal, ya que no había información. Hasta hoy se siguen recabando datos y testimonios. Javier Matías tomó la decisión de hacerlo público con las precisiones del comunicado, para saber si algún compañero o amigo de sus padres, puede aportar algún dato nuevo. “Tengo la necesidad de difusión pública para poder reconstruir este rompecabezas”, dice.
Javier Matías inició así otra búsqueda: saber qué pasó con su hermano o su hermana.
El abrazo
“Hace 43 años comenzó nuestra búsqueda”, dice Roberto. “Yo tenía 18 cuando recorría las oficinas de Abuelas y de todos los organismos. Presencié el Juicio a las Juntas, donde sentenciaron el Nunca Más al genocidio y a la desintegración sistemática de la sociedad”. Cuenta que siempre tuvo esperanzas de encontrar a su hermana y a su cuñado con vida, pero que, lentamente, las esperanzas se les fueron desvaneciendo. Pero aclara: “Nunca perdí las esperanzas con Javier Matías”.
Por eso, recuerda la nefasta expresión del genocida Jorge Rafael Videla, cuando dijo: “Si reapareciera tendría un tratamiento X, y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tendría un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido”.
Roberto se presenta como profesor universitario de Matemática y Física. “Conozco de variables, de X y Z, pero entre ellas falta otra letra: la Y. Esa era Javier Matías. Él no era una incógnita. La incógnita era lo que habían hecho con él y dónde estaba. Por eso, ese señor hipócrita tuvo un error de formulación”.
Javier Matías cuenta que lo tuvieron que buscar para contarle la noticia porque los datos de contacto que había dejado no eran vigentes: se había mudado de Córdoba Capital a Capilla del Monte. El 25 de octubre de 2016 se acercó a Abuelas y allí le abrieron un sobre con los estudios genéticos: “Me decían que habían encontrado a mi familia y que tenía un tío que me buscaba hacía 40 años”.
Le dieron un teléfono para que lo llame, ese mismo que Roberto nunca cambió. A su vez, a Roberto también le habían pasado el número de Javier Matías, pero le recomendaron que esperara el llamado de su sobrino y así respetar el tiempo que llevara el proceso de su nueva identidad.
“Pero yo no podía”, cuenta Javier Matías. “Entonces me terminó llamando él”.
Se abrazan otra vez.
Roberto sonríe. Y cuenta que después de tanta espera, de tanto dolor, no pudo aguantar más.
Llamó.
-Hola, ¿se encuentra Javi?
Del otro lado lo había atendido Vani, la compañera de su sobrino, que respondió:
-¿Quién es Javi?
Lo que sigue es el abrazo 130 de una historia de memoria, lucha y amor que, como a Javi, nos acaricia el alma.
Ahora y siempre.
Javier Matías y su tío, Roberto, juntos después de 40 años de búsqueda. Foto: Martina Perosa.
Fuente: https://www.lavaca.org/portada/bienvenido-nieto130-una-busqueda-de-40-anos-llena-de-amor-y-memoria/