DE LA REVOLUCIÓN DE LA ALEGRÍA A LA TRISTEZA DE LAS MAYORÍAS

Por Mucho Más Que Dos |

DE LA REVOLUCIÓN DE LA ALEGRÍA A LA TRISTEZA DE LAS MAYORÍAS

Mariano Beristain

En el 2016, los trabajadores y su familia comieron menos, se alimentaron peor, suprimieron la compra de ropa y zapatillas, olvidaron lo que era cambiar el televisor, usaron menos el lavarropa, apagaron el aire acondicionado y utilizaron el dinero del aguinaldo para cubrir la deuda de las tarjetas de crédito, pagar la abultada factura de luz y gas o, en el mejor de los casos, esconder unos pesos debajo del colchón por el temor a quedarse sin trabajo y/o destinarlo a colaborar con un pariente que perdió el trabajo.Todos los indicadores, sin excepción, muestran que el 2016 ha sido el peor año en muchos años para la clase media. La calidad de vida, lejos de mejorar, decayó notoriamente para los deciles de la población, excepto para el 10% de ingresos más altos.

La población también gastó menos en esparcimiento, dedicó buena parte de sus ingresos a comprar alimentos de segundas y terceras marcas, caminó y caminó para buscar precios más baratos porque la plata se escurre entre los dedos. El cóctel molotov de precios más altos y aumentos salariales mínimos resultó letal para los bolsillos. Y se notó. Las consultoras privadas y el propio INDEC reconocen que el consumo de productos masivos, incluso aquellos de primera necesidad, se derrumbó a niveles asombrosos.

Además, el 2017, no parece venir con un pan bajo el brazo. La especialista de la Consultora internacional CCR, Patricia Sosa estima que el consumo de productos masivos culminó el 2016 con una caída superior al 4% mientras que el experto Miguel Angel Calvete considera que el derrumbe fue del 7%.

En todo caso, los números son malos. Hasta el INDEC de Jorge Todesca admitió durante el año que las ventas en los supermercados y los centros de compras crecieron mucho menos que la inflación con bajas llamativamente pronunciadas en los últimos meses relevados. Las ventas en octubre de 2016 crecieron un 13,8% respecto al mismo mes del año anterior pero como la inflación orilló el 43% interanual, medidos en unidades, en realidad se desmoronaron 30 puntos. En el acumulado total las compras en los locales cayeron un poco menos: 20 puntos. En algunos rubros, la baja resultó calamitosa. Por ejemplo, la adquisición de electrónicos, electrodomésticos y computadoras en la Ciudad de Buenos Aires, el distrito de mayor ingreso per capita del país, disminuyó el 5,9% en valores nominales, lo que quiere decir que si se descuenta la inflación, las ventas unitarias cayeron el 49%. Terrible. No obstante, en menor medida, todos los rubros de los shoppings reflejaron la pérdida del poder de compra de los salarios.

En el Gran Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires, los sectores medios asalariados dejaron de ir a los shoppings o, al menos, ya no lo hacen para comprar ropa, juguetes ni para entretenerse. Todos estos rubros mostraron en octubre bajas sustantivas en términos reales de más de 25 puntos en Indumentaria, calzado y marroquinería y en Ropa y Accesorios Deportivos, de 28 puntos en Amoblamientos, decoración y textiles para el hogar y una merma cercana a 13 puntos en el segmento de Juguetería. Las política económica del club de la alegría dinamitó también el gasto en Diversión y Esparcimiento, que perdió 20 puntos. “Los rubros más golpeados en los shoppings y super son artículos de tocador, cosméticos, electrodomésticos, línea blanca y bebidas sin alcohol pero también se está percibiendo una baja preocupante en lácteos, pastas frescas y salchichas”, alerta Patricia Sosa de CCR. Las familias, incluso, se alejaron de los poderosos supermercados. Las ventas de los supermercados, en octubre, siempre según el INDEC, aumentaron 25,6% en términos nominales y cayeron alrededor de 17 puntos en octubre cuando se la compara con el mismo mes del 2015. Las ventas acumuladas en los primeros diez meses de 2016 registraron un alza del 27,0% pero nuevamente muestran una pérdida de 16 puntos si se deduce la inflación. Frente a la pérdida del poder de compra de los salarios, lo primero que hicieron los sectores de ingresos medios fue tomar distancia de los supermercados, que siempre remarcan los productos con precios más altos y buscaron otros sitios para comprar los productos de primera necesidad. Calvete advierte que las grandes cadenas de supemercados perdieron entre 9 y 12 puntos de participación a manos de los mayoristas y las ferias barriales que ofrecen los mismos artículos con diferencias inferiores de hasta el 40%.

Como consecuencia de la crisis, los consumidores se han transformado en verdaderos peregrinos y sacrifican su tiempo recorriendo hasta cinco negocios distintos para buscar precios potables que les permitan estirar un poco el dinero del salario. El principal y único estímulo del trabajador es encontrar precios más bajos y, en función de ello, la clase media sacrifica el tiempo y la calidad. Atrás quedaron las veleidades de otros tiempos por las marcas. Sin plata en el bolsillo, el consumidor prioriza la compra de productos de segundas y tercera líneas y las marcas propias de los supermercados o directamente se priva de los artículos más caros.

Según Calvete, en los primeros 10 meses del año se verificó una caída del 19% en la compra de gaseosas mientras que en el mismo período la venta de polvos para diluir creció el 11%. También aumentó la comercialización de marcas de gaseosas alternativas. Creció la comercialización de productos farinaceos (harinas). Asimismo, se mantuvo e incrementó ligeramente el consumo de arroz; cayó el consumo de carne vacuna y, en menor medida, el de pollo y porcino. Además, creció muy fuerte el procesamiento de harina para polenta. En el caso de aquellos ciudadanos más pobres, consumen más productos derivados de las harinas y en algunos casos directamente suprimen una de las comidas del día. Este fenómeno de ahorrar en productos de primera necesidad por las dificultades económicas también comienza a percibirse en los segmentos de ingresos medios. “Cada día existe, por parte del consumidor, una compra más planificada y con una tendencia clara a evitar el desperdicio mediante la compra justa y una reducción del stock”, admite Patricia Sosa en un lenguaje marketinero. La situación crítica también se adueñó de las fiestas. Sosa y Calvete subrayan algunos aspectos relevantes que opacaron a Papa Noel y el comienzo del año nuevo:

  • El aguinado se usó esencialmente para pagar deudas y guardar algo de plata para unas vacaciones muy austeras.

  • Las familias se ponen de acuerdo para hacer un solo regalo entre todos y evita los obsequios individuales, como era costumbre en años anteriores.

  • Con el objeto diferir en el tiempo los pagos, para comprar los regalos se utiliza el sistema de Ahora 18 (esencialmente en el caso de los juguetes)

  • Las empresas y los propios trabajadores dejaron atrás las cenas grupales de despedida de año y las cambiaron por ahorrativos brindis, sin comida. Las reservas en restaurantes por los festejos de fin de año cayeron entre un 30 y un 40% mientras que el cubierto medio por persona se redujo de $300 a $200, sin olvidar que la inflación del último año osciló entre el 43 y el 45%.

  • La venta de pan dulce, budines, confituras y garrapiñadas disminuyó este año entre el 9 y el 12%.

  • También se vendió menos pirotecnia.

  • Para el 2017, Sosa y Calvete coinciden en que puede verificarse una ligera mejora de dos puntos en el consumo de productos masivos. Pero lo supeditan a que se produzca una recuperación del salario real de entre 4 y 5 puntos. Es decir, que los salarios le ganen a la inflación. Pero eso no está claro porque desde que asumió el gobierno ha puesto particular énfasis en intervenir restringiendo los aumentos de salarios y tampoco se sabe si los incrementos de precios van a ceder o continuarán en la línea actual. También pueden resultar determinantes las inversiones en obra pública. Algunas provincias como Córdoba, Santa Fe y el interior del Gran Buenos Aires están pendientes de la anunciada mejora de la cosecha de granos. Sin embargo, el escenario del 2017 está repleto de dudas e incógnitas, lo único cierto, por ahora, es que el 2016 no trajo ninguna alegría para los argentinos, al contrario sumó más personas al ejercito de desempleados, que ubicó la desocupación muy cerca de los dos dígitos e incrementó, de forma notoria, el número de argentinos que come una vez por día porque no tiene dinero ni siquiera para asegurarle el pan a su familia.

  • La revolución de la alegría se transformó así en la tristeza de las mayorías.

Fuente: muchomasquedos.com.ar

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