OCHO RAZONES TUVE PARA ESCRIBIR ESTE LIBRO.
En Jánuca se celebra “la entrega de los poderosos en manos de los débiles, los muchos en manos de los pocos... y los malvados en manos de los justos...”
En los ocho dÃas de Jánuca prendemos ocho velas, empezando con una vela el primer dÃa, y agregando una vela más cada dÃa, generando más y más luz. Las velas se prenden con una novena vela llamada “Shamash” (servidor).
Humildemente voy a ser el “SHAMASH” para dar luz…
Voy a encender ocho velas, y espero que duren toda la vida:
La primera de ellas es mi propia responsabilidad como judÃo con relación a mi pueblo. No puedo admitir ya tanto silencio entre nosotros mismos, tanto hacer oÃdos sordos a la verdad, tanto negarse a admitir lo que nos está ocurriendo. Desde luego, miro al mundo desde la Argentina, pero también desde mi época y desde seis milenios que llevo en mi sangre.
La segunda, para nada menor que la anterior, es cierta pretensión profética, un deseo profundo de advertir contra el error que atrae el mal y contra el mal aparentemente menor que se transforma en un imán que trae el mal absolutamente mayor. Quizá lo que está ocurriéndonos, nos está pasando en todo el mundo y, como pasa con todos los pueblos, no sea algo que viene simplemente desde el ayer inmediato. Pero en nuestro caso se ha agravado de muy mala manera y se presenta de un modo ofensivo y ostentoso en estas tierras del sur del mundo.
La tercera es la responsabilidad como ciudadano argentino de enfrentar, descubrir, y revelar poniendo a la vista de todos, un entramado de hechos de corrupción punibles jurÃdicamente desde la legislación y repudiables desde nuestra ética de fundamento religioso. Si las leyes y los tribunales de la patria de nuestra nacionalidad estatonacional dejan hacer y dejan pasar a todas las mafias posibles, ¿cómo es que desde nuestra ética varias veces milenaria vamos a silenciar este abuso que nos hiere y nos humilla?
La cuarta es la reafirmación del judaÃsmo como supervivencia de la verdad frente a la mentira del faraón, frente a la impudicias babilónicas de toda laya, frente a los embustes conspiracionistas del nazifascismo y el antisemitismo, frente a los genocidios, injusticias y dolores que han soportado nuestro pueblo y toda la humanidad en el transcurso de la historia. ¿Cómo es que hay algunos de nosotros que se dedican sistemáticamente a delinquir para provocar más y más antisemitismo o judeofobia? Esos que organizan mafias para echar a los pobres de su tierra y de sus casas, esos que se adueñaron de la energÃa a través de “arregladas” e intrincadas privatizaciones, esos que ayer acumulaban miserables fortunas explotando la trata de blancas, esos que no pueden poner freno a su ambición de enriquecimiento financiero ¿no son acaso profundos antisemitas, fundamentadores prácticos de la reacción totalitaria más siniestra?
La quinta es para que el lector perciba una confirmación: este no es un libro para entretener, ni para divertir, ni para divagar. Esta es un arma para luchar contra quienes nos llevan como pueblo a la desazón y al escepticismo. Esta es una herramienta para sembrar verdad y cosechar fraternidad humana. El no poder siquiera criticar a quienes no sólo delinquen sino que reducen a la esclavitud clientelÃstica a nuestros paisanos, enriqueciéndolos primero para luego someterlos a la lealtad silenciosa de una omertá que no viene de nuestra cultura ni de nuestro pasado profundo, pero que es necesaria y funcional al pulpo mafioso y sus tentáculos, ofende y nos hace clamar contra las mil formas de la complicidad, entre las cuales está la religiosa.
La sexta es un compromiso inexcusable: este es un libro que denuncia actividades mafiosas organizadas por diversos gangs integrados por judÃos. Desde el tÃtulo al colofón, es el resultado de un compromiso muy sensible con mis paisanos y con mis compatriotas, con mi familia y con mis amigos. La mafia, los gangs, la máquina de delinquir, los tentáculos que anillan las posiciones de poder formal para usarlas en beneficio de una acumulación especulativo financiera y una apropiación latifundiaria de extensiones incalculables de las tierras más ricas del mundo, y de miles y miles de metros cuadrados en predios urbanos, hieren hondamente y ofenden y nos provocan y convocan a ejercer nuestra responsabilidad cÃvica, moral, social y religiosa contra la injusticia.
La séptima, es que como judÃos tenemos un imperativo: “No olvidar”, o si lo queremos: “Recordar”. Ser memoria permanente de hechos, situaciones, angustias y éxitos que nos han formado como pueblo, como testigos de sucesos que no pueden pasar por alto nuestras vidas, nuestros meses, nuestros dÃas...
Y la octava y última vela la enciende el corazón: si no hubiera escrito este libro, hubiera sentido que también para mà escribÃa aquella mano sin cuerpo, en la pared de aquel palacio del déspota babilónico, la enigmática frase: “fuiste pesado en balanza y has sido hallado falto…”