GUSTAVO CORDERA "Sólo la conciencia puede salvar al ser humano"

El autor de La argentinidad al palo analiza el momento político actual: "No quiero que Massa nos diga adónde tiene que ir el país. Nosotros mismos tenemos que decidir eso." A punto de dar un recital que recopila canciones de toda su vida, cuenta cómo fue la separación de La Bersuit.

 

Gustavo Cordera llega tarde a la cita. Enojado con el tránsito que tapona las calles de Buenos Aires, abrumado por el ruido de la gran ciudad, preocupado para que todo salga bien el sábado 22 cuando se presente en La Trastienda con su Caravana Mágica. Pero saluda con una sonrisa y al minuto ya deja de lado su mal humor para contar una anécdota divertida. Viene de La Paloma, Uruguay, su lugar en el mundo. "No puedo vivir en Buenos Aires", dice después de sentarse en un bar de Palermo y pedir agua "con jugo de limón exprimido".

–¿Buenos Aires te rechaza?

–Yo estoy loco y no le recomiendo a ningún loco vivir en Buenos Aires. La gente loca tiene que vivir en lugares tranquilos. Soy muy peligroso en Buenos Aires.

–¿Qué te irrita de la ciudad?

–El tránsito, la agresión de la gente, la impaciencia, la alienación. Y yo soy eso, claro, no es que estoy acusando a nadie. Buenos Aires soy yo, es una construcción nuestra.

–¿Y se puede salvar?

–Si tuviéramos conciencia, en un segundo lo salvamos.

–¿Cómo?

–Imaginémonos que un momento todos decimos: nos detenemos. No hablamos más por teléfono, no enchufamos nada, no movemos más un auto. Dos días. Y les mostramos a todos los poderosos, a las corporaciones, lo que somos capaces. Nos transformamos en ingobernables. Seríamos un peligro para la sociedad en que vivimos, se podría hacer cualquier cambio como acción social, con sólo estar de acuerdo en eso todos juntos. El poder que tendríamos sería indescriptible.

–¿El ciudadano no tiene poder en el momento de votar?

–No. Es muy gracioso creer que un voto puede cambiar al ser humano. Sólo la conciencia puede cambiar al ser humano. Los cambios son posibles, cualquier cambio. Lo que pasa es que los procesos son lentos. América soporta una invasión desde hace 500 años. Y van 500 años de resistencia. En las villas se sigue resistiendo y se los sigue castigando.

–Sos de la generación que vivió su adolescencia en dictadura y después vivió varios gobiernos democráticos, ¿ninguno te entusiasmó?

–Sí, Alfonsín me dio esperanzas. Y Néstor Kirchner en sus primeros años de gobierno también. Cuando vi que Néstor hacía descolgar el cuadro de Videla en la ESMA, para mí fue un enorme triunfo de la sociedad. Ese día sentí que alguien como yo estaba en el poder, por fin uno de los nuestros estaba en el poder. Pero cuando vi la política del gobierno con respecto a las minas a cielo abierto en la Cordillera, me desilusioné mucho. Cuando vi cómo los expulsaban a los indios quom en el Chaco, como si no fueran humanos, vi mucha contradicción dentro del gobierno y entonces decidí tomar distancia. Igual no quiero ponerme en un lugar depredador, aunque estemos en medio de un proceso de crisis. No quiero que venga Massa a decirme para dónde tiene que ir este país, no es él quien debe ocupar ese lugar. Nosotros mismos tenemos que decidir eso.

–En medio de tu desilusión, si mirás a los opositores, ¿qué ves?

–No, ni hablar. Veo a un grupo de hienas esperando que se caiga la gacela para comérsela. Ese es el gran problema. No hay nada. Sólo la conciencia puede darnos el salto cuántico que estamos necesitando. Por eso no pienso entrar en ningún discurso político, voy a hacer arte para generar conciencia en la gente.

–Vas a presentar en La Trastienda una selección de canciones que recorren tu vida. ¿A los 50 años te agarró la hora del balance?

–Hay muchas cosas que me llevaron a este lugar. En principio, advertí hace muchos años que tengo una energía creativa avasallante. Y esa energía puede ser muy productiva para mi crecimiento personal, pero a la vez puede ser extremadamente destructiva. Porque me hace hacer muchas canciones y no darles tiempo a las canciones para madurar entre la gente. Es decir, termino una cosa y la descarto en busca de hacer otra. Eso atenta contra la capacidad de absorción de la gente, más cuando en ese repertorio hay canciones como "Asalto de cumbia", "Tenete fe", "Soy mi soberano", etcétera. Y más cuando hay un pasado tan enorme. Esto lleva a que, después de cinco años de no tocar las canciones que yo había compuesto para compartir con mis compañeros de La Bersuit, tuve una necesidad de integrar toda mi obra como autor y compositor.

–Entonces, no tiene nada que ver con los 50 años…

–Sí, claro que debe tener que ver. Pero lo que me interesa es que la gente haga como una especie de flashback. Estoy acá y me voy al pasado, para saber cómo fue que llegué hasta acá. Hay canciones que son las madres de "Mi soberano", como "Y no estás solo". Las canciones se van complementando.

–El que conoce esas canciones de antes, ¿con qué se va a encontrar?

–Las canciones nunca están terminadas, siempre evolucionan. "Mi caramelo", por ejemplo, tiene una nueva versión. Al cantarlas de nuevo se les da la vida que perdieron con el tiempo. Si bien las canciones son eternas, las versiones tienden a actualizarlas, a que tengan temperamento.

–Es decir que van a ser diferentes.

–Iguales y diferentes al mismo tiempo, aunque parezca una paradoja.

–Además, vos no sos el mismo, ¿no?

–Soy igual, pero también soy diferente. Además, los que en este momento les dan vida a las canciones son otros músicos. Pero lo importante es que pertenecen a la gente y la gente quiere escucharlas con mi voz.

–¿Por qué estuviste cinco años sin cantarlas?

–Cuando Bersuit se separa, a mí me invade un tremendo dolor. Y cuando a alguien le pasa esto, lo primero que hace es tratar de quitarse de encima ese pasado. Llevate todo. Llevate mi nombre, mi historia, mis canciones. Todo. Y después de cinco años en los que pude curtir ese duelo y ese dolor, sentí una gran necesidad de recuperar mi pasado y fui en busca de lo que me pertenece, de las canciones que salieron de mi corazón, de mi puño, de mi letra. Son historias personales, muy íntimas que, si bien un día las regalé para tocarlas en una banda con tanto amor, también me pertenecen.

–¿Eso quiere decir que ya hiciste el duelo, que ya pasó?

–Estoy en un momento en el que me quedan los más lindos recuerdos. Y tengo ganas de algún día juntarme con los otros integrantes de La Bersuit y celebrar por todos los hermosos momentos que vivimos juntos.

–¿Y se puede dar esa reunión?

–Por supuesto que sí.

–¿Cómo fue la separación?

–Yo sentí que nos empezamos a separar cuando hicimos el recital en la cancha de River. Ese día sentí que todas las canciones pertenecían a la gente. Algo había cambiado, porque siempre la banda transmitía energía, pero en River había mucha más energía abajo que arriba del escenario. Yo necesitaba una refundación. No podía montarme sobre el éxito que tenía para repetirme eternamente.

–¿Para lograr eso tenías que romper y empezar de nuevo?

–Para mí, eso era muy necesario. Y para algunos integrantes de la banda, también. Pensamos en parar un tiempo, tener un año sabático. Pero la maquinaria no se podía detener, era como un reactor atómico. Si empezábamos a pararlo, terminaba de frenarse diez años después. En 2007 intenté dejar de tocar 160 conciertos por año y de sostener una empresa con gastos millonarios. Porque nunca pensé en hacer música para eso, a mí eso me pasó por encima, fue muy fuerte para mis espaldas. Yo lo único que quería era hacer música y divertirme.

–Entonces, como no se podía parar, lo cortaste…

–No, yo no hice eso. No fue una decisión mía abandonar Bersuit. Porque no puedo tomar la decisión de que alguien se muera. Pero si alguien se muere, ¿qué se hace ante eso? Nadie puede agarrar un cadáver y llevárserlo a su casa para hacer de cuenta que está vivo. Lo que queda es hacer el duelo. Yo hice el duelo porque algo se murió, pero no disolví Bersuit. Nunca se me ocurrió una cosa semejante. Estuve cuando se murió y fue muy doloroso. Después se dijeron un montón de cosas y siempre le pegan a la cara visible, al líder.

–¿Te fuiste a Uruguay, a vivir en un pueblito, en un bosque junto al mar para empezar de nuevo?

–Me fui a La Paloma para repararme psíquicamente. A sacarme la locura, el reviente, porque Bersuit era una banda muy intensa y yo soy muy intenso. Fui a parar esa locura y a encontrar un lugar donde desarrollarme.

–Pensabas empezar de nuevo.

–Sí, pero no con otra banda. Después de la separación llegó la soledad, el exilio… y el silencio también. Porque nunca salí ni saldré a contar los detalles de la separación. Cada uno de nosotros le echa la culpa al otro. Para no tener una mirada parcial de lo ocurrido, preferí el silencio. Hasta ahora. Hace cinco años que no hablo de mis compañeros. Creo que cada uno de nosotros tiene una mirada de lo que ocurrió y yo tengo la mía, pero entre las miradas de todos por ahí llegamos a una muy pequeña dosis de verdad. Fue un fenómeno tan grande aquel y tan majestuoso que ninguno de nosotros está en condiciones de ver qué fue lo que realmente ocurrió. Fueron 21 años de una hermosa experiencia artística que un día concluyó, porque ya no pasaba más nada. En realidad, pasaba de todo menos arte.

–En el momento de la separación vos podrías haber iniciado tu carrera solista llenando varios Luna Park, por ejemplo. Pero no lo hiciste.

–Un año después de la separación de Bersuit estaba tocando por la gorra en el club de La Pedrera, en Uruguay, porque necesitaba morirme. Me parecía esencial morirme para volver a nacer. Si no, siempre hubiera estado atado a algo. Y cuando uno se ata artísticamente a algo del pasado como una forma de protección, se acaba todo. Entonces, necesité hacerme el espacio para hacer cosas nuevas, tener que seducir otra vez a la gente, tener que hacer fuerza para que vengan a verme. Fue muy nutritiva esa etapa. En el vientre del fracaso está la semilla del éxito y en el vientre del éxito está la semilla del fracaso.

–Siempre el éxito y el fracaso…

–Cuando la gente lo ve, el éxito ya pasó hace tiempo. Cuando vienen 10 mil tipos a verte, el éxito ya lo tuviste cuatro años atrás. Sólo que la gente lo vio más tarde. Y cuando la gente viene, uno ya está fracasando.

–¿Y ahora en qué momento estás?

–Estoy nuevamente en el momento del éxito. Y lo sé porque lo vibro. Pero cuando la gente se dé cuenta de eso y venga a verme, va a creer que ese es el momento del éxito, pero no. El éxito es ahora.

–¿Desde cuándo lo estás sintiendo?

–Lo sentí por primera vez en el recital que dimos en Bahía Blanca el año pasado. Ese día tocamos para 80 personas. En el momento en que parecía que estaba muriéndose La Caravana Mágica, les dije a los pibes: llega el éxito. Después hicimos el Teatro Cantegril de Maldonado y explotó, quedó gente afuera. Y desde entonces, es lo que está pasando. La Trastienda va a explotar el 22 y La Trastienda de Montevideo también. Lo sentí.

–¿Cómo estás vos en este momento comparado con el éxito anterior, el de La argentinidad al palo?

–Estoy mejor. Y quiero evolucionar, dar un salto como artista. Este es el mejor momento de mi vida, porque estoy vivo.

–¿Tiene que ver el lugar donde vivís, lo que te rodea?

–Tiene que ver con los amigos que elegí, el lugar donde elegí vivir, la compañera que elegí para mi vida. Y también lo que rechazo. Tiene que ver el plan del universo para mí. ¿Para qué vine a este planeta? ¿Para ganar plata, tomar merca y tener minas? Yo sospecho que tiene otro propósito el universo para mí y quiero averiguarlo, vivirlo. La gente que va a verme se emociona con las canciones, baila, canta, se moviliza, adquiere conciencia. Es un propósito sagrado el que estoy viviendo.  «

Cordera y el fútbol, esa pasión

–¿Qué es para vos el fútbol?

–El fútbol es todo. Se puede ver cómo está un país sólo viéndolo jugar al fútbol.

–¿Y cómo está?

–Tenemos miedo, sólo queremos no perder, falta creatividad y fantasía, privilegiamos el esfuerzo por sobre el juego. Somos quejosos, el otro siempre tiene la culpa por lo que nos pasa. Pedimos amarilla para el rival. No. Yo no quiero que expulsen al contrincante, si es el que me da vida. ¿Cómo puede ser que no exista un entrenador que les diga a sus jugadores que no pidan la expulsión del otro? ¿No les da vergüenza?

–¿Nadie sale de ese discurso?

–En la Argentina, Ángel Cappa. También Borghi, Menotti. Esos son los gurúes del buen juego. Pero a Cappa no lo dejan trabajar, a Menotti tampoco, a Borghi lo echaron de Boca y sólo lo soportan en Argentinos. Guardiola es el más grande, pero acá no hay un Guardiola por la crisis social que vivimos.

–¿Te entusiasma el Mundial?

–Lo voy a decir ahora y es posible que me gane el odio de muchos: no pasamos la primera ronda en Brasil.

–Pero juegan Messi, Agüero…

–Igual no pasamos la primera ronda. Por la mente de Sabella, de la AFA. Esa mente miedosa. ¿Cómo pueden estar tan tensos teniendo a Messi y Agüero arriba? Tendrían que estar bailando el carnaval con esos jugadores. Y los ves ahí nerviosos, comiéndose las uñas. El mensaje es no perder, eso te hace mezquino. No le podés meter miedo a Messi, que es el mejor jugador del mundo.

–¿Y si esos jugadores se rebelan?

–Eso sería fantástico. Si hacen un caño al minuto de juego y salen a divertirse, sería lo mejor que nos pudiera pasar. Nosotros somos de la milonga, sabemos gambetear, somos arte, somos magia. Pero por culpa de los miedos estamos perdiendo la identidad. Pasa en el fútbol argentino y también en la Selección. Ya no queda nada de la alegría que daba ver la Selección de Basile, la de Menotti. Lo que pasa es que los cultores del amarretismo y de la mediocridad, que están en muchos medios de comunicación, a Cappa lo forrearon y lo criticaron hasta que lo hicieron ir.

–¿Le hicieron la vida imposible?

–Claro. Si Huracán nunca tuvo una convocatoria como la que tuvo con Cappa... ¿Por qué entonces lo criticaron tanto y lo desterraron para siempre? Al Huracán de Cappa le robaron el campeonato descaradamente, el árbitro nunca explicó las aberraciones que hizo esa tarde y no dirigió nunca más. Para los que sabemos algo de fútbol Huracán fue el campeón, pero para las estadísticas el campeón fue Vélez, porque el establishment necesita eso. Por miedo sacan del medio al imprevisible, porque no lo pueden controlar. Cappa es peligroso porque es un fiósofo, un pensador, un artista. Los demás, son fácilmente controlables, porque tienen miedo.

–¿Vos sos el Cappa del rock?

–(Risas) Me encantaría. Pero me queda muy grande. Mi único sueño es que algún día Cappa dirija a Lanús, se lo digo a los dirigentes cada vez que me encuentro con uno de ellos en la cancha. Y voy a seguir insistiendo hasta que me muera. O hasta que se muera él.

Por:

Néstor López

Fuente: Tiempo Argentino

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