Solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo
de Diego F.
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Uno de los legados más profundos y difíciles de revertir del proceso neoliberal es la división de la sociedad. Sí, ya sé, estamos acostumbrados a que nos digan desde los amigos de los medios hegemónicos que la división la generó el populismo montonero de los nefastos Kirchner; pero no, la división a la que me refiero es otra de la que rara vez se habla.
Nuestra querida Argentina supo construir un gran sistema de salud y de educación que gradualmente en las últimas décadas fue desfinanciado y prácticamente abandonado. No hace tantos años los chicos que iban a las escuelas privadas eran los muy religiosos o los lelos y la salud privada, en manos de los que sólo buscan el lucro, era una distopía. En la historia de la salud pública le debemos mucho a Juan Domingo Perón:
Antes de 1946 la medicina era con exclusividad una función privada; la acción estatal era asombrosamente mala y puramente individualista, y el Estado prácticamente no tenía una organización nacional de Salud Pública. El primer Gobierno de Perón definió la Seguridad Social como un mecanismo protector de los individuos frente a los distintos estados de necesidad, asegurándoles condiciones dignas y justas de subsistencia, fruto de la conjunción de las políticas social, económica y sanitaria; en desarrollo de las mismas creó el Ministerio de Salud Pública en 1949 y fortaleció el papel del estado en la prestación de los servicios de salud incrementando fuertemente la disponibilidad de camas en distintos tipos de establecimientos públicos (nacionales, provinciales, municipales, universidades, Fundación Eva Perón y OS estatales), lo que conllevó a una reducción de la utilización de los servicios de salud privados con un simultáneo descenso de las camas de este origen: entre 1946 y 1951 aumentó el número de las camas estatales en más del 100% (de 42.000 a 93.000), pasando a representar el 81% del total, desde el inicial 64%, entretanto las camas en mutuales y otras entidades privadas se reducían 10% (de 24.000 a 21.000), y luego continuó descendiendo (hasta 18.000 camas).
Claro, todo esto gracias a la dirección política y la visión de grandes hombres como el dr. Ramón Carrillo que desde lo ideológico planteaba que sólo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo.
Viniendo más acá en el tiempo vemos que entre las incontables consecuencias de las políticas aplicadas a punta de pistola por la dictadura genocida del '76 se allanó el camino para el avance de la medicina privada en detrimento de la pública y, con la profundización de este modelo en los 90s, la medicina prepaga se expandió hasta abarcar todo el lugar que ocupan hoy en día.
Por supuesto: para que avancen la educación y salud privadas fue necesario desfinanciar al Estado, destruir los brazos del Estado de bienestar que supimos conseguir. ¿Por qué? Simple: porque todas las áreas en las que el Estado se retira dejan un espacio que es ocupado por negocios. Si el Estado no garantiza la salud, los que puedan pagarán por el acceso a ella, lo mismo con la educación, la policía o incluso en este país se llegó a dejar al arbitrio de las AFJP la administración de una buena parte de las jubilaciones.
Pero el punto importante es el que decíamos al principio del post: la división social. El modelo neoliberal plantea una educación de primera para quienes la puedan pagar y una de segunda que debe quedar en manos del Estado. Lo mismo con la salud y con las jubilaciones. ¿Qué tipo de división genera esto?
Bueno, en principio se generó un circuito de gente de primera y otro de gente de segunda. La gente de primera vive en barrios cerrados -otro fenómeno que se dió en paralelo a las transformaciones de las que estamos hablando-, sus hijos van a escuelas privadas y se atienden en clínicas privadas. Casi que no tienen contacto con el sector público en lo cotidiano. Entonces ¿por qué deberían preocuparse desde estos sectores por la situación de la educación pública o los hospitales públicos? Cuando se recorta el presupuesto de educación o cuando faltan insumos en los hospitales públicos a ellos no los afecta en lo más mínimo. Eso es un problema de "los otros". Si los docentes hacen paro es porque "seguro que son vagos" y si hay que sacar turno a las 4 de la mañana en el hospital es problema de los demás, a ellos no los toca.
Y si bien es muy difícil de revertir esta situación de dos paises en uno, probablemente no haya solución en tanto se siga permitiendo esta escisión. Porque la única forma de lograr que los adultos se preocupen por la educación es que sus chicos vayan a escuelas públicas, lo mismo con la salud. Ahí sí les importaría si el techo de la escuela se está por caer, si los docentes tienen problemas, o si faltan médicos o anestesia en los hospitales. El usar los servicios públicos involucra a las personas y genera conciencia e interés en defender lo público. Esto a su vez genera una presión en los gobernantes que serán más reacios a tomar medidas en detrimento del sector público.
Ya lo habíamos planteado aquí en su momento cuando hablábamos de reconstruir el país: Se rompieron los lazos de solidaridad de la sociedad a la par de la destrucción sistemática de la educación pública, la salud, las condiciones laborales, el poder adquisitivo de millones y millones de personas, el transporte entre muchas otras cosas. Antes las escuelas privadas eran en general para los lelos, todo el mundo iba a escuelas públicas. Llegamos a tener un sistema de salud muy avanzado del cual hoy queda sólo el recuerdo.
Todo esto viene a colación de que mañana se tratará en el Senado la ley que pretende regular a las empresas de medicina prepaga que hasta ahora vienen cometiendo todo tipo de abusos, partiendo de la concepción de que la medicina es un negocio comparable con ¡asegurar objetos! como demuestra el hallazgo que publicó Artemio López aquí.
Las empresas que ganan millones lucrando con la salud hoy están haciendo lobby para poder seguir discriminando a los pacientes con enfermedades preexistentes o cobrarles fortuna a los que más lo necesitan (los ancianos) entre otras cosas lindas que defiende esta gente. El vocero mediático de estas empresas es Claudio Belocopitt, presidente de Swiss Medical y ya anduvo paseando por algunos programas de radio y televisión.
Aquí lo vemos en DDT con Jorge Lanata:
Y aquí con Nelson Castro en Radio Mitre.
Más explícito no podría ser: lo que plantea es que de los tratamientos costosos se haga cargo el Estado y de los sanos se ocupen ellos para seguir ganando como nunca sin problemas. Lo mismo que hacían las AFJP con los trabajadores de mayores ingresos, dejando al Estado las menos redituables. Obviamente que el Estado debería hacerse cargo de esos pacientes, pero desde aquí creemos que todos los pacientes deberían ser tratados por el Estado ya que el lucro y la salud no se llevan demasiado bien y, de hecho genera aberraciones como las que defienden los lobbistas de estas empresas.
Y si bien no es de esperar drásticos cambios en torno a la medicina prepaga por parte del gobierno (después de todo son de los que más aportaron a la campaña electoral) probablemente se podría avanzar más no sólo en los puntos que están siendo impugnados por las prepagas (aquí pueden leer el proyecto de ley), sino en cuestiones como por ejemplo agregar como sanción para casos graves (art 21c) la expropiación, buscar algún tipo de mecanismo para obligar en ciertos casos a tratar a los pacientes que el Estado no pueda tratar (después de todo la medicina tiene que ser social y no una empresa orientada por fines de lucro) o poner un tope a lo que pueden cobrarle a los pacientes (sobre todo a los mayores, que en muchos casos les cobran cuotas exorbitantes y no pueden cambiarse ya que no los aceptan a esa edad en otras) .
Retomando al dr. Carrillo: "Solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo".
Saludos
D.F.
Imagen:www.bureaudesalud.com