¿Maldito etanol?

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Ilustración: Costhanzo

Muchos señalan a los biocombustibles como la solución a la escasez futura de petróleo. Sin embargo las voces que los cuestionan se elevan cada vez más alto argumentando que jamás serán una alternativa al oro negro y que en el caso del etanol, producido a partir del maíz en países como Estados Unidos y Brasil, su producción consume más energía de la que brinda. Además se critica su impacto en las tierras y en los precios de los alimentos. ¿Conviene subsidiar esta actividad? ¿Qué combustible usaremos en el futuro?

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La planta de VeraSun, en Aurora, EE.UU., es una de las mayores productoras de etanol, un biocombustible cuestionado por causar más problemas que soluciones - AP

¿El etanol representa el futuro, un producto que genera empleo y aumentará la capacidad energética de Estados Unidos? ¿O es más bien una carga innecesaria para el contribuyente, que hace que suban los precios de los alimentos?
En Washington existe hoy una actitud bastante ambivalente hacia ese combustible, hasta hace poco considerado intocable.
Con la ayuda de subsidios, incentivos y de un fuerte grupo de lobbystas, la industria del etanol explotó en la última década. Sin embargo, crece el escepticismo a la luz de las fluctuaciones de los precios y de una campaña en la que se cuestiona a esa industria.
"Como se acostumbra decir, si no estás sentado a la mesa, estás en el menú", comentó Tom Buis, director ejecutivo de Growth Energy, una organización fundada en el 2008 para promover los intereses de la industria del etanol.
En juego están miles de millones de dólares en créditos fiscales para las compañías de etanol que vencen a fin de año y una revisión de la Agencia de Protección Ambiental que podría derivar en un aumento en el etanol que se usa en los tanques de combustible de los automóviles.
Buis dice que antes nadie cuestionaba al etanol, pero que ahora cuesta más convencer a un público y un Congreso escépticos de que el etanol merece recibir dinero del gobierno.
Hay claros indicios de que el Congreso está reconsiderando la asignación de fondos a una industria que, según algunos sectores, a esta altura ya debería valerse por sí misma.
"Se supone que después de 30 años (de subsidios e incentivos gubernamentales) deberían subsistir por sus propios medios", expresó Scott Faber, lobbysta de la Asociación de Productores de Comestibles, que representa a compañías alimenticias que dicen que los precios de sus productos subieron por el uso de etanol.
La Asociación es parte de un creciente número de firmas, ganaderos, grupos ambientalistas y empresas petroleras que han gastado millones de dólares en años recientes en campañas para denunciar que el éxito del etanol llega a costa de los productos alimenticios. Aducen que cada vez se produce más maíz para etanol y que esto hace que los alimentos para animales resulten más caros, suban los precios de los comestibles y se destruya la tierra.
El uso de maíz para etanol es particularmente perjudicial para la industria ganadera, que emplea el maíz como alimento del ganado. La industria del etanol niega tener un impacto significativo en los precios de los alimentos y afirma que los precios del maíz afectan un pequeño porcentaje del dinero que se gasta en la tienda de alimentos.
La oposición al etanol cobró fuerza en el 2008, cuando los precios de la canasta familiar se dispararon y se comenzó a debatir si ello se debía al etanol. El Congreso empezó a asignar a otros biocombustibles, y a plantas no comestibles usadas en su producción, dinero habitualmente destinado al etanol.
Growth Energy contrató a algunos de los lobbystas más caros de Washington. Buis, un ex colaborador del senador Tom Daschle, abanderado de la causa del etanol en sus comienzos, dejó su puesto como presidente de la poderosa Unión Agrícola Nacional para trabajar con esa agrupación. También incorporó a sus filas al general Wesley Clark, ex candidato presidencial, quien ejerce como copresidente.
La organización solicitó al gobierno que aumente del 10% al 15% los niveles de concentración de etanol en la gasolina y lanzó campañas para cambiar la imagen del combustible.
Los rivales del etanol estadounidense, mientras tanto, no se cruzan de brazos. La industria brasileña de etanol lanzó a su vez una campaña para que el Congreso estadounidense reduzca las tarifas que impuso para proteger al etanol nacional. En esa campaña destaca los beneficios del etanol derivado de la caña de azúcar y dicen que causa menos perjuicios al medio ambiente. El etanol brasileño es a base de caña de azúcar, mientras que el estadounidense es un derivado del maíz.

Fuente: http://observadorglobal.com/

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