La mujer que apareciĂł muerta en Colegiales, envuelta en una frazada
Por Marta Dillon (Pagina 12)
¿QuĂ© dice el cuerpo de una mujer descartada junto a un container de basura? “Horror”, eso es lo primero, lo que se imprime en los diarios, lo que aparece en los buscadores, la palabra inapelable porque quĂ© más que horror puede causar un bulto envuelto en una frazada, que se devela un cuerpo y despuĂ©s un nombre; pocas veces una historia completa porque las mujeres, y tambiĂ©n las travestis, “aparecen” muertas casi a diario, en distintas geografĂas, distintas circunstancias, las más de las veces violentas.
La semana pasada fueron tres, pero la palabra “horror” se destinĂł a una, sin dudas por el territorio en que fue hallada Lourdes Arangio: Horror en Colegiales. Un barrio tan clase media que en el relato policial se colĂł el nombre de famosos entre quienes curiosearon detrás del cordĂłn policial. Lourdes tenĂa una bolsa en la cabeza, no habĂa muerto ese dĂa, su cadáver ya se estaba descomponiendo, las cámaras filmaron al hombre que lo dejĂł en la calle y fue detenido. AsĂ termina la noticia.
“Para nosotras fue sentir que la tuvimos, que no la pudimos retener, que sentimos que iba a terminar mal. Y terminĂł mal”, dice una mĂ©dica tocoginecĂłloga que trabajaba en la guardia del Hospital Pirovano junto a una compañera tambiĂ©n mĂ©dica, jubilada hace muy poco. Las dos conocĂan a Lourdes, a su madre, a sus dos hijas. La Ăşltima naciĂł en el Pirovano despuĂ©s de una internaciĂłn de casi dos meses que para las profesionales –que además integraron el equipo de Violencia Sexual de esa instituciĂłn– fue una oportunidad que se perdiĂł, como se les pierden todos los dĂas lo que ellas llaman oportunidades y en rigor son chicas, la mayorĂa muy jĂłvenes, a veces adolescentes o niñas que llegan a la guardia “de bajĂłn”, cuando no hay nada que consumir y sin saber del todo quĂ© pasĂł, dĂłnde estuvieron o con quiĂ©n mientras estuvieron “de gira”.
“Lourdes son muchas”, dice Lola, que conoce como su casa ese hospital donde trabajĂł 35 años. Mary y Lola –nombres de fantasĂa que eligen para contar lo que las lastima– son las que hacen la crĂłnica de la muerte anunciada, el tĂtulo que se volviĂł un lugar comĂşn para narrar las muertes que se dicen en femenino. La hacen porque reconocieron a su paciente, porque a esa oportunidad perdida se le debe una historia y sobre todo porque esa historia es un hueco en la respuesta institucional frente a esa repeticiĂłn con que ellas lidian: el pedido de auxilio, la asistencia en guardia, el vĂnculo que se trama en busca de la ayuda y despuĂ©s, el hueco.
“A Lourdes la conocĂamos desde hace mucho, más de ocho años, era una chica que venĂa siempre en estado deplorable, la limpiábamos un poco y despuĂ©s se escapaba”. “TambiĂ©n conocimos a la madre, siempre con la nena de Lourdes a cuestas, con la mochila de la escuela puesta –cuenta Lola–, la hemos cuidado en nuestra oficina para que ella pudiera hacer trámites, golpear puertas por su hija. Ella no sabĂa quĂ© hacer, nosotras no sabĂamos quĂ© hacer para retenerla”. Lo que sĂ saben estas profesionales es leer con perspectiva feminista la historia trunca de Lourdes, las historias que llegan a la guardia y a los consultorios. “No se puede pensar las adicciones en general, porque para las mujeres es otro tema, para las mujeres su cuerpo se convierte en mercancĂa, es un bien comercial, de intercambio. Las usan los dealers; pierden toda autonomĂa sobre sus cuerpos. Nunca vi una piba empoderada porque su cuerpo le permite consumir, nunca”, dice Mary. “Y lo mismo pasa con la situaciĂłn de calle, no es lo mismo siendo mujer, es más complejo”.
“Nosotras tenĂamos guardia el miĂ©rcoles, y siempre venĂa despuĂ©s de una gira que podrĂa haber empezado el viernes o el jueves anterior. Lourdes era muy lĂşcida por otro lado, tambiĂ©n venĂa despuĂ©s de situaciones en las que no sabĂa dĂłnde habĂa estado ni con quiĂ©n, entonces le dábamos anticoncepciĂłn de emergencia, le dimos el kit de prevenciĂłn de vih más de una vez, pero no se lo podĂamos dar siempre, todas las semanas. La madre hablaba con servicio social, con nosotras, la madre querĂa internarla, pero en el hospital se hace asistencia primaria, despuĂ©s hay un hueco en el que las pacientes adictas se terminan yendo”, insisten.
Lola, por su parte, habla de ese tiempo que en que Lourdes estuvo internada para que llegue a tĂ©rmino su embarazo. Ya le habĂan practicado una ILE un tiempo antes, pero cuando volviĂł embarazada otra vez quiso seguir adelante aun sin poder dejar de consumir. “VenĂa los miĂ©rcoles y nos iban a buscar. Le pasábamos suero y despuĂ©s se iba. Durante la internaciĂłn hicimos un buen vĂnculo, pero no hubo una opciĂłn para darle, venĂan de psiquiatrĂa a la mañana, la medicaban para controlar la situaciĂłn aguda; despuĂ©s, nada. No puede ser la respuesta doparla para que no moleste. En el hospital están AlcohĂłlicos AnĂłnimos y NarcĂłticos AnĂłnimos, pero ellos tampoco la podĂan ir a ver, su polĂtica es que tenĂa que ir ella para manifestar voluntad de recuperaciĂłn. Y en el Sedronar nos decĂan lo mismo, que tenĂa que ir a un turno para manifestar voluntad. Y no entienden que esa opciĂłn es inviable para el tipo de pacientes que atendemos. Vienen ya con muchas secuelas, son chiquitas y los dealers están esperándolas en la puerta.”
Ese hueco en el que insisten las profesionales es la ausencia del Estado en el territorio, la respuesta estandarizada para tratar adicciones, la falta de perspectiva de gĂ©nero, la falta de recursos y de lugares a donde las chicas que piden ayuda, aunque sea en el breve lapso en que lo hacen, podrĂan ir y ser contenidas. “Nosotras hacemos muchas internaciones sociales tanto por adicciones como por violencia, lo hacemos porque faltan otros lugares a donde puedan asistirlas”.
De tanto insistir frente al Sedronar y al Ministerio de Salud de la Ciudad, Lola consiguiĂł llamar la atenciĂłn, que se hiciera un grupo de derivaciĂłn entre el Sedronar y el departamento de maternidad e infancia. Pero se disolviĂł antes de que empezara a funcionar porque no habĂa más oferta que hacer charlas de capacitaciĂłn, “como si se pudiera resolver con una charla a la que todo el mundo va para tener el papelito de la capacitaciĂłn”.
Las dos ven y narran lo que no se quiere ver ni escuchar. “Lo que más ven los psiquiatras en la guardia son adicciones, o brotes por adicciones, sin embargo una internaciĂłn psiquiátrica por adicciĂłn es sumamente difĂcil de conseguir en el ámbito de la salud pĂşblica. Entonces quedan en un box hasta que se estabilizan y se van. Lo Ăşnico que quieren todes es que se vayan”.
“Para las mujeres la adicciĂłn es muy compleja y no encontramos el paso para conectar a esas chicas con la vida. La parte de la recuperaciĂłn no está, está ausente. Nosotras vemos la peor cara, hacemos bastante porque al menos las protegemos un poco, las asistimos preventivamente de consecuencias de abuso. Pero despuĂ©s quedamos impotentes. Si los lugares para que vayan existen, entonces faltan las redes, porque nosotras no las conocemos”, dice Mary y vuelve a señalar ese hueco por el que la semana pasada se fue la vida de Lourdes. Ese cuerpo encontrado en la calle que no es solo horror, es muerte anunciada.
Fuente: Pagina12.com