Cuba: Fidel Castro y los rumores sobre su muerte, por Jon Lee Anderson.

 

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En este quincuagésimo aniversario de la Crisis de los Misiles cubanos, el hombre que fue su catalizador, Fidel Castro, tiene 86 años y su mortalidad es materia de ávidos chismes y especulaciones. Ha habido reportes sobre el fallecimiento de Castro antes, el más notorio en 2006, cuando cayó enfermo de diverticulitis tras un viaje a la Argentina con su amigo y protegido, el presidente de Venezuela Hugo Chávez, y desapareció de la vista durante semanas. Miembros de la comunidad de exiliados cubano-americanos de Miami lo celebraron públicamente sólo para quedar cortados cuando se difundieron pruebas de su “existencia biológica”.

Castro estaba más flaco, más viejo y ronco pero claramente vivo, y en esta, su nueva existencia virtual, se acostumbró a usar ropa deportiva chillona en el rojo, el blanco y el azul de la bandera cubana. Así, el Castro icónico parecía disminuido, pero, aún después de renunciar como líder del gobernante Partido Comunista y a la Presidencia en favor de su hermano menor, Raúl, quien lo sucedió formalmente en febrero de 2008, mantuvo su injerencia con pronunciamientos ocasionales y la publicación de sus pensamientos sobre un amplio abanico de asuntos en Granma, el periódico oficial de Cuba, bajo la leyenda “Reflexiones del Compañero Fidel”.

La última especulación comenzó la semana pasada, después de que Castro, inesperadamente, no felicitó a Chávez tras su relección. Chávez, que tiene 58 años, también está enfermo de cáncer (fue diagnosticado en 2010, en una de sus muchas visitas a Cuba, después de que Castro advirtió el malestar de Chávez e insistió en que viera a un médico). Si bien ha sido típico de Castro esperar varias vueltas más de reloj de lo que podría esperarse para negar los informes sobre su muerte, aquella omisión es de verdad extraña. Hay rumores de que Castro está en coma, de que ha estado muerto en la práctica, si no oficialmente, durante ya algún tiempo, y de que es mantenido vivo mediante un respirador y una vía intravenosa. Los informes fueron desmentidos hace pocos días por el hijo de Castro, Alex, fotógrafo, pero no han amainado.

En lo que podría ser otra señal, las “Reflexiones” cesaron abruptamente en junio. Sus últimas meditaciones eran notables por su extrema brevedad. Su última columna, llamada “El Universo y su Expansión”, sonaba como las elucubraciones de un hombre más cercano a la muerte que a la vida (“Desde el más ignorante al más sabio, los seres humanos buscan una razón para su existencia. La ciencia constantemente busca explicaciones para las leyes que gobiernan el universo…”). Y, en una continuación de una serie de reformas económicas, si no políticas, Raúl anunció el martes (16 de octubre de 2012) el levantamiento de ciertas onerosas restricciones para viajar que pesaban sobre los cubanos y eran utilizadas para evitar que la gente dejara la isla.

La bloguera disidente cubana Yoani Sánchez, a la que se ha denegado el permiso durante años, escribió en un tuit: “La primera cosa que pensé cuando escuché de la nueva ley migratoria fue ‘el fidelismo se hace jirones, se deshace” –seguido de un emoticón que indicaba sorpresa:

Si Castro muere, la crisis de los misiles de octubre de 1962 sin duda será recordada como el momento definitorio de su épica carrera política. La crisis estalló cuando la inteligencia norteamericana descubrió que Castro había permitido a los soviéticos instalar en secreto misiles nucleares en Cuba, a apenas 90 millas de las costas de los Estados Unidos. Bajo el control de una brigada especial de fuerzas militares rusas, los misiles fueron montados y apuntados a una serie de ciudades norteamericanas. Fue un acto de extrema provocación y llevó a las superpotencias al borde de una guerra nuclear.

Resulta que Castro mismo estaba totalmente preparado para esa guerra nuclear. Colocó a Cuba en estado bélico, y su más estrecho confidente, el revolucionario argentino Ernesto Che Guevara, se mudó a un complejo de cuevas, desde donde comandaría el ejército occidental cubano en caso de una invasión. Castro se enfureció cuando, después de una confrontación de dientes apretados de 13 días entre el gobierno de Kruschev y la administración Kennedy, fue informado post-facto de que el premier soviético había “parpadeado primero” y aceptado quitar los misiles soviéticos de la isla. (Aunque se mantuvo en secreto en la época, Kennedy había prometido, a cambio, retirar una batería de misiles Júpiter norteamericanos instalados en Turquía.) Castro dio un puñetazo contra un espejo, hiriéndose, cuando supo de la resolución. Apenas el día previo, el 27 de octubre de 1962, en el más alto punto de la crisis, después de que un misil SA-2 ruso derribaba a un avión espía U-2 norteamericano y matara a su piloto, había escrito a Kruschev para decirle que, en caso de una invasión norteamericana, esperaba que Moscú lanzara los misiles contra los objetivos norteamericanos designados y que tanto él como el pueblo cubano estaban preparados para morir luchando (Si los soviéticos no retrocedían, el secretario de Defensa norteamericano Robert McNamara había, de hecho, urgido a JFK a lanzar una masiva invasión terrestre en Cuba tras una intensa campaña de bombardeo aéreo). Las relaciones entre los cubanos y los rusos estuvieron tensas hasta algún tiempo después, y en las calles de La Habana furiosos fidelistas cantaban el verso insultante: “Nikita, Mariquita, lo que se da no se quita”.

Pocas semanas después, Sam Russell, un reportero del diario marxista británico Daily Worker, se entrevistó con Guevara y lo encontró todavía en llamas por la traición soviética. El Che dijo a Russell que si los misiles hubieran estado bajo control cubano, en lugar de ruso, hubieran sido disparados.

Las cosas nunca fueron iguales después de la crisis de los misiles. Disparó muchos cambios en el mundo geoestratégico, incluyendo un diálogo más cercano entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para evitar futuras crisis, y una continua obsesión norteamericana con los riesgos planteados por la posibilidad de que las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva fueran a dar a las manos equivocadas. Y parte del acuerdo que terminó la crisis fue una promesa de los Estados Unidos de que no invadirían Cuba. Esto permitió a un Fidel Castro indiscutido permanecer en el poder durante otras dos generaciones –sobreviviendo a nueve presidentes norteamericanos e incluso a la Unión Soviética—y, con su permanencia y audacia sin límites, ganarse un lugar duradero en la Historia moderna.

 

Fuente: elpuercoespín

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