Quieren cambiar la forma de medir la calidad educativa.

La propuesta de Sileoni ya genera polémica. La iniciativa surge tras los pobres resultados. El ministro dijo que el contexto social del alumno debe complementar la evaluación. Para los especialistas, hay riesgos de “facilismo” y de nivelar para abajo.

Por VICTORIA DE

El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, propuso en la reunión del Consejo Federal de Educación del último lunes cambiar la manera de medir la calidad educativa. Es decir, no acotarla a los números fríos de un examen sino contextualizarla con la realidad que viven los alumnos y el país. Dijo que continuarán con evaluaciones como PISA, que evalúa a alumnos de 15 años, y el Operativo Nacional de Evaluación (ONE), pero que harán hincapié en otros relevamientos apuntados a un sentido social de la calidad, como el Segundo Estudio Regional Comparativo y Exploratorio de la Educación (SERCE) y TERCE, que son de la UNESCO y se aplican en el nivel primario.

En el encuentro, Sileoni adelantó ante los ministros de educación de todo el país que busca redefinir y ampliar la noción de calidad educativa para adaptarla “a otros factores asociados y al contexto de la realidad que vivimos”.

Clarín quiso que detallara cuáles serían esos cambios, pero desde Educación se negaron porque –dijeron– “el tratamiento que el diario le está dando a los temas educativos es injusto”. Aun así, aclararon que “los cambios no están definidos” y que están trabajando en ello.

La calidad educativa argentina genera una fuerte polémica desde fines del año pasado, cuando se conocieron los resultados PISA 2009. Allí Argentina ocupó el puesto 58° del ránking mundial, mientras que en 2006 había estado 53° y en 2000, 37° (en 2003 no participó).

A nivel regional, el país cayó desde el 1° puesto hasta el 7° , mientras que Chile y México se sostuvieron en los primeros lugares.

La prueba PISA, que lo organiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y busca saber qué capacidad tienen los chicos de 15 años para responder las demandas del mercado laboral, también se aplican los test SERCE y TERCE en las aulas de 6° grado. Mientras de PISA participan 65 países (entre latinoamericanos, asiáticos y europeos) y arroja un ránking de la calidad educativa a nivel mundial, los otros dos están más orientados a evaluar el aprendizaje de los estudiantes y analizar factores como el aula, la escuela y el contexto social del desempeño.

Otra diferencia entre PISA y el SERCE y TERCE es que en estos últimos sólo participan 16 países de Latinoamérica. “Aunque esto suponga que Argentina está mejor posicionada en el ránking, hace una década que también nos venimos cayendo”, dijo Gustavo Iaies, director del Centro de Estudios en Políticas Públicas.

El debate sobre los mecanismos de evaluación divide aguas. Entre los especialistas consultados por Clarín están los que dicen que lo que sirve es quedarse sólo con la calificación académica, mientras que para otros es necesario saber cuáles son las condiciones en las que estudia el chico.

Horacio Sanguinetti, ex rector del Nacional de Buenos Aires, dijo que “hay que distinguir entre buenos y malos alumnos , entre quiénes saben y quiénes no saben. No sirve contextualizar, salvo que el chico necesite una beca. Este tipo de mecanismos de evaluación terminan siendo políticas educativas que incentivan elfacilismo para retener a los chicos en la escuela a cualquier precio”.

Esteban Bullrich, ministro de Educación porteño, fijó su posición: “Cuando funciona, el sistema educativo garantiza la buena educación, no importa el contexto. Hoy, el perfil socioeconómico es lo que marca el resultado. Y que la pobreza sea un factor para medir la calidad educativa demuestra el fracaso del sistema”.

Para Silvina Gvirtz, profesora de la Universidad de San Andrés, “hay que medir el contexto, pero este factor asociado no debe justificar el nivel educativo de los chicos. Tiene que servir para tomar decisiones políticas”, argumenta.

Por su parte, Juan José Llach, ex ministro de Educación, dijo que “los estudios serios a nivel mundial tienen en cuenta el factor socioeconómico del alumno, sin dejar de prestarle atención al nivel académico. Las dos cosas son imprescindibles”.

El lunes, Sileoni puntualizó: “El concepto tradicional de calidad que se instaló en los ‘90, basado en resultados y en la calidad del producto final, es limitado y exige una revisión”. Susana Decibe, ex ministra de Educación de la época de Carlos Menem, respondió que mientras ella estuvo en el cargo se contextualizaban los datos. “Las escuelas del Plan Social Educativo se presentaban separadas del resto porque incluían colegios que atendían a las poblaciones con mayores necesidades”. Igual, destacó: “No hay que bajar los estándares ni dejar de ser ambiciosos para que no baje el nivel. Hay que trabajar con docentes preparados para afrontar las diferencias sociales”.

MASI

 

El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, propuso en la reunión del Consejo Federal de Educación del último lunes cambiar la manera de medir la calidad educativa. Es decir, no acotarla a los números fríos de un examen sino contextualizarla con la realidad que viven los alumnos y el país. Dijo que continuarán con evaluaciones como PISA, que evalúa a alumnos de 15 años, y el Operativo Nacional de Evaluación (ONE), pero que harán hincapié en otros relevamientos apuntados a un sentido social de la calidad, como el Segundo Estudio Regional Comparativo y Exploratorio de la Educación (SERCE) y TERCE, que son de la UNESCO y se aplican en el nivel primario.

En el encuentro, Sileoni adelantó ante los ministros de educación de todo el país que busca redefinir y ampliar la noción de calidad educativa para adaptarla “a otros factores asociados y al contexto de la realidad que vivimos”.

Clarín quiso que detallara cuáles serían esos cambios, pero desde Educación se negaron porque –dijeron– “el tratamiento que el diario le está dando a los temas educativos es injusto”. Aun así, aclararon que “los cambios no están definidos” y que están trabajando en ello.

La calidad educativa argentina genera una fuerte polémica desde fines del año pasado, cuando se conocieron los resultados PISA 2009. Allí Argentina ocupó el puesto 58° del ránking mundial, mientras que en 2006 había estado 53° y en 2000, 37° (en 2003 no participó).

A nivel regional, el país cayó desde el 1° puesto hasta el 7° , mientras que Chile y México se sostuvieron en los primeros lugares (ver infografía).

La prueba PISA, que lo organiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y busca saber qué capacidad tienen los chicos de 15 años para responder las demandas del mercado laboral, también se aplican los test SERCE y TERCE en las aulas de 6° grado. Mientras de PISA participan 65 países (entre latinoamericanos, asiáticos y europeos) y arroja un ránking de la calidad educativa a nivel mundial, los otros dos están más orientados a evaluar el aprendizaje de los estudiantes y analizar factores como el aula, la escuela y el contexto social del desempeño.

Otra diferencia entre PISA y el SERCE y TERCE es que en estos últimos sólo participan 16 países de Latinoamérica. “Aunque esto suponga que Argentina está mejor posicionada en el ránking, hace una década que también nos venimos cayendo”, dijo Gustavo Iaies, director del Centro de Estudios en Políticas Públicas.

El debate sobre los mecanismos de evaluación divide aguas. Entre los especialistas consultados por Clarín están los que dicen que lo que sirve es quedarse sólo con la calificación académica, mientras que para otros es necesario saber cuáles son las condiciones en las que estudia el chico.

Horacio Sanguinetti, ex rector del Nacional de Buenos Aires, dijo que “hay que distinguir entre buenos y malos alumnos , entre quiénes saben y quiénes no saben. No sirve contextualizar, salvo que el chico necesite una beca. Este tipo de mecanismos de evaluación terminan siendo políticas educativas que incentivan elfacilismo para retener a los chicos en la escuela a cualquier precio”.

Esteban Bullrich, ministro de Educación porteño, fijó su posición: “Cuando funciona, el sistema educativo garantiza la buena educación, no importa el contexto. Hoy, el perfil socioeconómico es lo que marca el resultado. Y que la pobreza sea un factor para medir la calidad educativa demuestra el fracaso del sistema”.

Para Silvina Gvirtz, profesora de la Universidad de San Andrés, “hay que medir el contexto, pero este factor asociado no debe justificar el nivel educativo de los chicos. Tiene que servir para tomar decisiones políticas”, argumenta.

Por su parte, Juan José Llach, ex ministro de Educación, dijo que “los estudios serios a nivel mundial tienen en cuenta el factor socioeconómico del alumno, sin dejar de prestarle atención al nivel académico. Las dos cosas son imprescindibles”.

El lunes, Sileoni puntualizó: “El concepto tradicional de calidad que se instaló en los ‘90, basado en resultados y en la calidad del producto final, es limitado y exige una revisión”. Susana Decibe, ex ministra de Educación de la época de Carlos Menem, respondió que mientras ella estuvo en el cargo se contextualizaban los datos. “Las escuelas del Plan Social Educativo se presentaban separadas del resto porque incluían colegios que atendían a las poblaciones con mayores necesidades”. Igual, destacó: “No hay que bajar los estándares ni dejar de ser ambiciosos para que no baje el nivel. Hay que trabajar con docentes preparados para afrontar las diferencias sociales”.

 

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