José MarÃa Gatica (izquierda) enfrentando a Luis Federico Thompson en 1952.
Gatica y Juan Domingo Perón, alrededor de1950.
HabÃa vendido muñequitos (diablitos) en la cancha de Independiente aquella tarde, en un partido contra River. Era una sombra de su propia sombra José MarÃa Gatica, el Mono, a los 38 años, cuando entre los mareos del alcohol y su renquera cayó debajo de las ruedas de un colectivo de la lÃnea 295 y comenzó la agonÃa que desembocarÃa un par de dÃas después, el 12 de noviembre de 1963, en una muerte pobre y solitaria. Al fin de cuentas el cÃrculo se habÃa cerrado como una mueca cruel del destino. Y terminó en la misma miseria en la que habÃa nacido un 25 de mayo de 1925 en Villa Mercedes, San Luis. Claro que en su vida vertiginosa, con su sed de reivindicación social anidada en un resentimiento provocador, con su condición de peleador frontal y sanguinario, disfrutó tanto del placer de la fama como de la gloria deportiva.
Fue un sÃmbolo del boxeo argentino en los tiempos del gran esplendor, el Mono (no le gustaba que lo llamaran asÃ), el Tigre Gatica. HabÃa llegado a Buenos Aires con su madre y su hermano mayor en un tren de carga, a los 7 años. Y a los diez lustraba zapatos en Constitución y defendÃa su lugar a los golpes con la fiereza escrita en sus ojos verdes. Ahà lo vio Lázaro Koci, un hombre ligado al boxeo. Y le cambió el oficio. Peleaba con marineros gigantes. Nunca se achicaba.
Debutó en el Luna Park en diciembre de 1945 y cuando levantó la vista tras noquear a Mayorano vio que la popular lo saludaba como proyecto de Ãdolo. Y empezó a levantar polvareda. Hasta que se encontró con Alfredo Prada. HabÃan ganado una cada uno en el amateurismo. Y se instaló la antinomia brutal. Prada que llegó a ser campeón de los plumas, habÃa tenido poliomelitis de chico y era un canto al esfuerzo, al sacrificio, al trabajo. Y lo reconocÃa la gente bien del ring-side. Gatica representaba todo lo contrario. Era la imagen del desorden, de la provocación, del ensañamiento. La popular lo adoptó como estandarte. Y los choques con Prada marcaban una división que tenÃa raÃces sociales. Al cabo, pelearon seis veces y ganaron tres y tres. Se hizo peronista (y se atrevió a saludar al presidente con un célebre"dos potencias se saludan"). Ganó mucho dinero. Y lo despilfarró.Se lo regalaba a los lustradores, a los canillitas. PrendÃa habanos con las fragatas (billetes de 1000 pesos), cambiaba autos y frecuentaba los cabarets de lujo. Despreciaba a los cogotudos. Su estrella comenzó a apagarse cuando en enero de 1951 enfrentó en Nueva York a Ike Williams, campeón mundial de los livianos. Le puso la cara. Y cayó por nocaut en el primero. Entonces, perdió los favores de Perón. Y empezó el declive irremediable. La sociedad altiva no lo perdonó. Lo despreció, lo olvidó. Sin embargo, siete horas demoró el cortejo fúnebre desde la Federación de Box hasta el cementerio de Avellaneda.
Horacio Pagani.
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