Amores como el nuestro

 

José Sand es Lanús y Lanús es José Sand. Así es esta historia perfecta de amor.

¿Qué hubiera sido del domingo 29 de mayo de 2016 sin el lunes 5 de octubre de 2015? Aquella noche fría de Mar del Plata, recibía uno de los golpes más duros que me tocó vivir como hincha. Fue un puñal al corazón, literal. Agarraste la pelota, encaraste. Parecías de 21 años. Te sacaste a dos tipos de encima con una facilidad asombrosa y definiste como lo que sos: un goleador temible. Te juro que cuando vi entrar la pelota fue automático. Se me caían las lagrimas. No podía creer lo que estaba viendo. Era el gol que nunca hubiera querido que nos convirtieran.

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Diez meses atrás, todo un estadio pedía por tu vuelta. Diez meses después, nos enfrentabas con otra camiseta y nos marcabas un gol. Pero en un instante volví a creer, sabía que estabas de nuevo con nosotros. Antes de que los hinchas de Aldosivi gritaran ‘gol’, vos ya estabas pidiendo perdón. Un perdón sincero, de corazón. Ahí supe que ibas a volver. Que tenías que volver. Que debías volver.

Apenas dos meses después, se oficializaba tu regreso. Permitime decirte, que la noche anterior al jueves 17 de diciembre, tenía unos nervios símil a la final de campeonato. No podía creer que volvías a tu casa, a estar con nosotros, después de seis largos años. Permitime decirte también, que tenía miedo. Miedo a que no fuera lo que supo ser. Miedo de que al ídolo se le consuma su aura divina producto de la intolerancia y exitismo que rodea al fútbol argentino actual. Pero tu nivel en Aldosivi me invitaba a soñar, a recordar aquellas tardes/noches vistiendo la gloriosa camiseta de Lanús, a mirar hasta el cansancio en YouTube tus goles en el Grana… Me fui a dormir, tarde por cierto. Me puse una infinidad de alarmas para no quedarme dormido. Tenía temor de que el sueño siguiera de largo. Quería despertarme y comprobar que era verdad. Llegué a La Fortaleza y conmigo entraron decenas de hinchas, que después se hicieron cientos y llegaron a ser mil. Todos por la misma causa. Una locura. Jueves al mediodía, día laboral. ¿Día laboral? ¡No viejo! Asueto, volvía ÉL. Y llegó el momento, apareciste en sala de prensa. Estabas de vuelta con nosotros. Volvías para no irte más. Era real, no era ningún sueño.

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Tomaste la palabra y quebraste en llanto. Y con vos, lloramos todos. Volverte a escuchar, tus palabras de agradecimiento para con nosotros, el sentido de pertenencia tuyo y de tu familia sin tener vínculo cercano con la institución, el recuerdo de lo que fuiste, etc. Pero, hoy con el diario del lunes, no puedo pasar por alto tus palabras en aquella conferencia: “No me puedo quedar solo en palabras. Tengo que demostrar que estoy bien, que puedo seguir jugando. Esa es mi obligación. Lo único que sé es que voy a dejar todo, por entrenar cada día mejor y aportar lo mío al club”. Quizá aquel día, hayan pasado desapercibidas, pero hoy no. Nos estabas diciendo que estuviéramos tranquilos y que perdiéramos el miedo porque ibas a dejar todo por la camiseta y demostrar que estabas más vigente que nunca.

Pasaron los días. Ya teníamos fecha y rival para tu vuelta. El lunes 8 de febrero no llegaba más y tachábamos los días del almanaque como presos. Estudiantes de La Plata en el Julio Grondona de Sarandí era la cita. Llegó el reencuentro y al igual que contra Independiente en el Cilindro en el 2007, no fue tu mejor partido. Pero tranquilo, lo mejor estaba por venir. No fue casualidad del destino que tu vuelta a La Fortaleza fuera un 14 de febrero. El día de los enamorados. SAND Valentín. Si seguimos trazando paralelismo con el 2007, digamos que el mejor caso sería el partido contra “B”anfield en la Cubetera. Empezamos perdiendo, hasta que un cabezazo tuyo mandó a la red la pelota como Cupido dispara un flechazo certero a un corazón. Nunca me voy a olvidar de ese gol. Fue de los que más grite en mi vida. Un desahogo de seis años y medio. En el 2007 nacía un amor;  hoy está más vigente que nunca. Finalmente, dábamos vuelta el partido (con otro gol tuyo) y ¿qué me van a hablar de amores? Estabas de regreso, ahora sí. Con nosotros. Con Lanús. El campeonato de los sueños, el torneo de la perfección comenzaba a tomar forma. Fueron pasando los partidos y vos seguías inflando redes. Lanús más puntero que nunca. No podían bajarnos. Era el turno de los primos. Otra vez en el Florencio Solo, como en el 2007. Otra victoria. Otro gol tuyo y otro delirio granate. El famoso Pepe, que se fue de Peña y Arenales y vino a Arias y Guidi para consagrarse.

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Goleador de raza, indiscutido, con un promedio de gol con la camiseta de Lanús que asusta. Todo por mérito propio, gracias al sacrificio y al sudor. Ganador nato, luchador de la vida que hasta se enoja cuando no le convalidan un gol y se lo dan a un rival en contra. Humilde y autocrítico como pocos, que se bajonea por errar un penal en un Clásico más allá de ganarlo. Ejemplo de amor y pertenencia a la institución, de querer jugar hasta en los partidos que hay que cuidar piernas para llegar de la mejor forma a la final.

Final, gran final a disputarse en el Monumental de Núñez. La cuna que te vio nacer futbolísticamente, la casa que te dio de comer pero que también te maltrató y echó a la calle. Mira si será lindo el fútbol que te da la oportunidad de consagrarte en tu vuelta, con el club que te adoptó de corazón, en la casa de la institución que te vio nacer y te ninguneó.

Así es esta historia perfecta de amor. La frutilla del postre fue esta coronación. El despertar de un sueño hermoso, que se hizo realidad ante 30 mil almas granates que colmamos el Gallinero. Ante la mirada atenta de Dieguito Barisone y los muchísimos granates que alentaban desde el cielo. No fue casualidad la lluvia: era la emoción de ellos.

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Gracias José. Gracias de corazón. Algún día le hablaré de vos a mis hijos y nietos. Sabrán la historia del, como dice un amigo, Drogba Mesopotámico. Del Bati Negro de Corrientes. Que pasó por muchos clubes hasta desembarcar en Lanús, lugar donde llegó como José Gustavo Sand y se fue como SAND José: santo y patrón de los goles importantes. Les hablaré de un tipo humilde y sencillo, ejemplo para todo pibe que comienza sus primeros pasos en el fútbol, para el estudiante, para el laburante. Para toda persona que se traza un sueño, un anhelo, un deseo y lo da todo por cumplirlo. Toda lucha, todo sacrificio, todo esfuerzo tiene su recompensa. Como la tuviste vos. Te lo merecías más que nadie. Vos y tu familia saben lo que peleaste y sufriste por volver a tu casa. No importa si alguna vez se te cerraron las puertas, el hincha siempre te esperó. Siempre soñó con tu vuelta. No alcanzan las palabras para que sepas lo felices que fuimos aquel mediodía de diciembre cuando saliste al verde césped de la querida Fortaleza. Fue el reencuentro más hermoso de nuestras vidas. Volver a gritar tus goles, hacen que este amor sea único, verdadero y eterno. Dejar la vida en cada partido y regalarnos otro gol que signifique un campeonato, son marcas que quedarán por siempre en nuestros corazones. Levantar la copa y ofrecérsela a todo un pueblo que te ama e idolatra, ayer en La Bombonera, hoy en el Monumental, son imágenes que trascenderán por los siglos de los siglos en el pueblo de Lanús. Pero nada de esto hubiera sido igual sin aquel 5 de octubre. Ese día entendimos todos que José Sand es Lanús y Lanús es José Sand. Que juntos somos una fórmula exitosa e imbatible. Que juntos nada ni nadie nos puede parar. Que juntos seremos eternos. Que juntos vivimos los días más gloriosos y felices. Que juntos, formamos una historia de amor de película, digna de Hollywood. Que juntos merecemos bellos milagros y ocurrirán.

Muchas gracias Pepe. Nos regalaste goles, alegrías y campeonatos. Pero lo que nunca nos vamos a olvidar de vos, es el cariño y el amor que le tenes al club y a su gente. Amor que es mutuo y recíproco, amor verdadero, de corazón. Porque como dice la canción lo nuestro es algo eterno y no debe morir jamás.

Fuente: Engranados.com.ar

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