Crónica de una muerte no contada: porque los testigos de un asesinato a manos de la policía guardan silencio

Amílcar Pérez-López era un inmigrante guatemalteco de 20 años asesinado a tiros por oficiales de policía que alegan que él arremetió contra ellos con un cuchillo. Sus amigos desde la clandestinidad, en entrevista con el Guardian, dicen que él corría por su vida

Un mural recientemente pintado brilla bajo el sol de media tarde a las afueras del Red Poppy Art House en el distrito de la Misión de San Francisco. Dos de los hombres plasmados en el muro se reconocen al instante: a la derecha se encuentra Eric Garner, el hombre afro-americano desarmado que murió a manos de la policía en la ciudad de Nueva York; Michael Brown, el adolescente afro-americano que también murió a manos de la policía está a la izquierda. En el centro, se encuentra un rostro que casi nadie fuera de las calles de esta área, históricamente de clase trabajadora, habrá visto.

Amílcar Pérez-López tenía 20 años de edad cuando fue abatido a tiros por dos oficiales de la policía de San Francisco vestidos de civil, en el mes de febrero. Él, inmigrante guatemalteco indocumentado, está representado en la parte inferior del mural con sus manos alzadas y aferradas a una copia del libro Suicidio Revolucionario de Huey P Newton.

Amílcar fue asesinado a dos cuadras del mural y los dueños de la galería oyeron los disparos.

Amilcar Perez-Lopez with his hands up on a mural, which also includes Eric Garner and Michael Brown. Photograph: Oliver Laughland for the Guardian

 

Amílcar Pérez-López con sus manos alzados en un mural, que también incluye a Eric Garner y Michael Brown. Photograph: Oliver Laughland for the Guardian

Pérez-López es uno de los 67 latinos identificados por el Guardian cuya muerte se atribuye a la policía en lo que va del año. Al igual que el 58% de ellos, él no portaba ninguna arma de fuego; el 25% estaba completamente desarmado. Sin embargo, su muerte y la de todos los otros 67 latinos no han desatado la ira vista luego de las muertes de Garner y de Brown. Los abogados de aquellos que presenciaron lo ocurrido (también inmigrantes ilegales) han declarado al Guardian que éstos han “entrado a la clandestinidad”.

En efecto, en cinco casos de muertes de latinos identificados por el equipo de investigación del Guardian que contabiliza las muertes relacionadas con agentes del orden en los Estados Unidos este año, los medios de comunicación indicaron que no han podido documentar ni siquiera el nombre de los individuos.

Los detalles de la muerte de Pérez-López varían según la versión que se escuche. La policía de San Francisco, en el ojo de la tormenta desde hace mucho por muertes de personas desarmadas y ahora por un torrente de mensajes de texto racistas, ha declarado que Pérez-López intentaba robar una bicicleta y que persiguió a su víctima a lo largo de la calle armado con un cuchillo. Cuando los oficiales llegaron, él arremetió contra ellos empuñando un cuchillo por encima de su cabeza lo que los obligó a dispararle.

The Counted: people killed by police in the United States – interactive

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Sin embargo, la declaración del testigo ocular, publicada parcialmente por primera vez por el Guardian, junto con evidencia forense presentada por abogados locales que trabajan para la familia empobrecida de Pérez-López en Guatemala, han comenzado a contar una historia alarmantemente distinta: la de un joven trabajador abatido a tiros mientras huía de la policía.

Margarita López, madre de Pérez-López, dijo en un español entrecortado y entre lágrimas, en una llamada desde Chiquimula, al sur de Guatemala: “Me encuentro mal de salud, todos estos días desde que él se fue.” Sólo dos meses antes de morir, Amílcar había logrado juntar suficiente dinero para pagar para que su familia tuviera por primera vez agua potable y electricidad en su pequeña casa de madera.

El bloque vecino ubicado en el 2800 de la calle Folsom, donde Pérez-López vivía en un pequeño cuarto por el que pagaba $300 de alquiler al mes, sigue de duelo y en estado de estupefacción, y espera que esta muerte sangrienta no se convierta en una sin sentido.

Dos oficiales con un historial de violencia, una bicicleta y un hombre que no se salió con la suya

Amilcar Perez-Lopez memorial

Un memorial para Amílcar Pérez-López cerca del lugar del tiroteo en San Francisco. Photograph: Bryce Yukio Adolphson for the Guardian

“Fue todo tan rápido, no duró ni medio segundo,” dijo “María” sentada en la entrada de su casa en la calle Folsom, desde la cual se puede ver el lugar en donde Pérez-López fue abaleado fuera de su departamento.

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María no ha dado su consentimiento para que se publique su nombre real y tampoco ha hablado públicamente antes de lo sucedido. “Muchos no quieren decir nada, temen a la policía,” añadió.

María declaró al Guardian que aproximadamente a las 9.45pm del 26 de febrero Pérez-López estaba parado en la calle “hablando” con otro hombre llamado Abraham Pérez, quien no era de la Misión y al que, supuestamente, Pérez-López le había robado su bicicleta. Para este momento, según la policía, un transeúnte que salió de un café cercano ya habría llamado por teléfono a la línea de emergencias. Dos oficiales vestidos de civil, identificados como Eric Reboli y Craig Tiffe, llegaron poco después y María dirigió su mirada hacia otro lado.

Los oficiales Tiffe y Reboli ya habían sido mencionados en una demanda civil en el año 2009 por supuesta brutalidad policial. El denunciante, un latino llamado David Magana, argumentó que cuatro oficiales del departamento de policía de San Francisco lo golpearon con “sus manos, puños y macanas” luego de haberlo identificado erróneamente como un sospechoso, según documentos legales obtenidos por el Guardian. Posteriormente, el caso fue desestimado.

Cuando María volvió a mirar, sólo unos segundos después, los oficiales estaban empuñando sus armas. En este punto, ella ya no podía ver a Pérez-López e indica que había cierta distancia entre la policía y el veinteañero. María miró a otro lado: “me asusté y fue ahí que empezaron los tiros”.

Amilcar Perez-Lopez crime scene

Escena del crimen de Amílcar Pérez-López. Photograph: Provista

Según el relato de la policía dado por el jefe del departamento de policía de San Francisco, Greg Suhr, en una reunión vecinal tres días después del tiroteo, se dice que Pérez-López habría arremetido contra los oficiales empuñando un cuchillo sobre la cabeza y que se giró un segundo antes de recibir los impactos de bala. Durante la reunión, Suhr fue abucheado por residentes furiosos mientras leía su discurso preparado previamente.

Siempre me sorprende que la oleada no llega a los niveles que sí se dan en otro tipo de tiroteos

Sin embargo, los dos compañeros de cuarto de Pérez-López (ambos inmigrantes indocumentados) han declarado el haber sido testigos de los acontecimientos. No pudimos contactarlos, pero uno de ellos durante una entrevista corta realizada por un grupo local de defensa, describe que la policía se lanzó hacia Pérez-López por detrás.

“Él no se dio cuenta de que eran policías. Cuando trataron de agarrarlo, se zafó. Le dijeron que soltara el cuchillo, él lo botó en la vereda y luego le dispararon.”

Dos personas presentes durante la grabación de este audio han verificado su autenticidad ante el Guardian. Varios vecinos y defensores comunales han manifestado que los testigos están recibiendo terapia.

‘Disparado a sangre fría’

A private autopsy on Amilcar Perez-Lopez showed he was shot six times from behind, four times in the back, once to the head and once in the right arm Photograph: Arnoldo Casillas

Una necropsia privada muestra que el cuerpo de Amílcar Pérez-López fue impactado con seis proyectiles por detrás, cuatro veces en la espalda, una en la cabeza y una en el brazo derecho. Photograph: Arnoldo Casillas

Una necropsia privada encargada por el abogado de la familia Perez-Lopez y compartida en su totalidad con el Guardian, respalda el recuento del compañero de cuarto. Ésta muestra que el veinteañero recibió seis impactos de bala por detrás, cuatro en la espalda, uno en la cabeza y uno en el brazo derecho, un indicio más de que se estaba alejando.

El martes, la oficina del forense de San Francisco declaró al Guardian que en marzo realizaron una necropsia oficial. Un funcionario de la oficina forense mencionó que el caso seguía pendiente y que aún no se había certificado la causa de muerte.

“Para la comunidad inmigrante el miedo es latente en lo que se refiere a entrar en contacto con las autoridades” menciona Arnoldo Casillas, el abogado principal de la familia Pérez-López. “En particular para los testigos, al ver a alguien como en el caso de Amílcar ser abatido a sangre fría, los lleva a desaparecer del mapa.”

Pero hay otro elemento del caso que sigue dejando perplejo al experimentado abogado en derecho civil.

“Siempre me sorprende que cuando un latino muere en manos de un oficial de policía la oleada de preocupación, enojo y frustración no llega a los niveles que sí se dan en otro tipo de tiroteos,” mencionó.

  • Sólo seis días antes de la muerte de Pérez-López, Rubén García Villalpando, un mexicano de 31 años fue abatido a tiros por la policía en Grapevine, Texas. Él iba desarmado y una filmación de la cámara de la patrulla lo muestra avanzando con las manos sobre la cabeza hacia el oficial que acabó con su vida luego de que se le indicara no avanzar. El padre de cuatro fue abatido fuera de cámara; posteriormente un gran jurado dictaminó que la muerte fue el resultado de un uso apropiado de la fuerza.
  • Diez días antes de la muerte de Villalpando, Antonio Zambrano-Montes, un inmigrante mexicano indocumentado en Pasco, Washington, fue abatido a tiros luego de que tres oficiales dispararan 17 veces. El sujeto de 35 años de edad no estaba armado pero había estado arrojando piedras a la pista. Las imágenes de este incidente fueron grabadas con un celular y muestran a Zambrano-Montes huyendo de la policía antes de ser abatido. El caso permanece bajo evaluación de la fiscalía del condado.
  • Un mes antes del día en el que Pérez-López falleciera, Jessica Hernández, una joven de 17 años desarmada fue muerta a manos de la policía de Denver. La policía alega que ella no obedeció las órdenes dadas y que manejó un vehículo robado hacia el oficial que le disparó. Sin embargo, una necropsia y relatos de testigos contradicen esta versión.

A pesar de que la prensa nacional tiene una vaga idea de estos hechos, ninguno de estos tres casos ha recibido una cobertura significativa.

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Una investigación realizada por el Guardian halló que de las 67 personas latinas o hispanas muertas por la policía estadounidense, en lo que va del año, un significativo 25% estaba desarmado frente a un 15% que eran individuos blancos.

“Estos números no nos sorprenden. Además, hay un reconocimiento real de que la experiencia de los latinos con la policía no ha sido informada fehacientemente,” declaró Eric Rodríguez, vicepresidente de defensa en el Consejo Nacional de La Raza, el principal grupo de derechos civiles hispanos en los Estados Unidos.

“La gente usualmente piensa que cualquier tema relacionado con los inmigrantes está ligado a la reforma inmigratoria. Es de la única manera en la que nos ven. Tenemos muchos inmigrantes que viven en nuestra comunidad de manera civilizada y que son acosados continuamente por la policía.”

Centenares de dólares de alquiler, 14 llamadas sincontestar y una vida truncada

Para los organizadores latinos en San Francisco, la muerte de Pérez-López ha dado pie a las acusaciones más recientes de abuso y racismo en contra de la policía local. Dos oficiales renunciaron el mes pasado y seis están a punto de ser despedidos luego de que investigadores federales descubrieran un gran número de mensajes de textos racistas intercambiados entre oficiales.

Los dos oficiales involucrados en el tiroteo de Pérez-López, Eric Reboli y Craig Tiffe, ya han regresado al servicio. El departamento de policía de San Francisco se niega a comentar sobre un cuestionario detallado enviado por el Guardian para la redacción del presente artículo, y mencionan que este tema aún “está pendiente de investigación”. La oficina del fiscal del distrito de San Francisco, que también está investigando la muerte, no ha hecho ningún comentario.

Amilcar Perez-Lopez

Amílcar Pérez-López en el celular de su amigo Eduardo Román. Photograph: Bryce Yukio Adophson for the Guardian

Aquellos de la Misión que conocían a Pérez-López siguen tratando de procesar su muerte. Todos solían bromear que, por ejemplo, Eduardo Román era como el hermano mayor de Amílcar. Y esto era no sólo por los nueve años de diferencia, sino porque Pérez-López que pesaba 131 libras y que medía un poco más de cinco pies de altura, parecía un niño.

Hace dos años y medio Román conoció a Pérez-López luego de que, por aquel entonces el joven de 17 años, fuera liberado de un centro de detención de inmigración en Arizona. Él fue detenido durante cuatro meses y luego llegó a San Francisco, una ciudad conocida como “el santuario” en donde los inmigrantes gozan de mayores protecciones legales. Pérez-López llegó a la ciudad y no hablaba ni una sola palabra de inglés y muy poco español; en su lugar, hablaba una lengua nativa de su pueblo en las montañas ubicado en los alrededores de la pequeña ciudad de Chiquimula al sudeste de Guatemala.

Román declaró que Pérez-López hablaba muy poco sobre su viaje a los Estados Unidos, sólo decía que “había sido muy difícil”.

“Él salió de Guatemala con $200 en el bolsillo. Tomó el bus a México en donde trabajó durante dos meses pero siempre tuvo en mente ‘voy a llegar a los Estados Unidos.’”

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Durante sus primeras semanas en San Francisco, Pérez-López anduvo sin hogar, pero pronto conoció a Román, un nicaragüense, quien lo ayudó a conseguir trabajo en una empresa local de construcción. Los dos pasaban casi todo el día, todos los días, juntos trabajando turnos agotadores para instalar sistemas de calefacción central en toda la ciudad y luego aceptando trabajos particulares de construcción a la salida del trabajo. Empezaban el día al alba, a las 5am, y trabajaban seis días a la semana. En ocasiones cumplían turnos de 22 horas.

Pagaba ​​$300​​ al mes de alquiler para vivir en un cuarto encima de una caldera … ¿Acaso se puede ser más responsable?

Él pagaba $300 al mes de alquiler para vivir en un cuarto encima de una caldera … ¿Acaso se puede ser más responsable?

Kevin Born, el dueño de Ashbury General Contracting and Engineering en donde Amílcar trabajaba de día lo recuerda como “un excelente trabajador y joven apacible” que “nunca se metió en problemas ni confrontaciones”.

“Él pagaba $300 al mes de alquiler para vivir en un cuarto encima de una caldera. Ni siquiera tenía una cama,” declaró Born. “Estaba muy emocionado ya que acababa de encontrar un nuevo cuarto y los regalos que comprara para sus hermanos y hermanas los podría guardar en un lugar seguro. Era el tipo de persona con grandes motivaciones. ¿Acaso se puede ser más responsable?”

Ni Born ni Román estuvieron presentes cuando Pérez-López murió. Pero declaran que lo que describe la policía no calza con su personalidad y que simplemente no tiene sentido en consideración a su contextura física.

El forense local solicitó a Born que identifique el cuerpo de Amílcar luego de encontrar un recibo de pago en su bolsillo. “Él [el forense] describía a la persona que tenía en la morgue, ‘se ve como un chico’. En efecto, él parecía un niño. La idea de que arremetió [contra la policía], no tiene sentido.”

Román llegó a la casa de Pérez-López al día siguiente de su muerte para llevarlo al trabajo. Lo llamó 14 veces antes de darse cuenta de que algo andaba mal. Manejó alrededor del vecindario buscando por su amigo, una y otra vez, hasta que alguien le dio la noticia. Luego, se quebró en llanto. “Lo quería mucho, él era como de la familia,” declaró Román. “Él era como mi hermano, como mi hermano chiquito.”

Traducción de Luisa Portocarrero/Translated by Luisa Portocarrero

fuente: theguardian.com

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