Violencia en el fútbol: nada nuevo bajo el sol.

Por Alejandro Fabbri. Reventa de entradas, peleas cuerpo a cuerpo, balaceras, convierten a  los partidos en sólo una excusa.

Graves incidentes en Santa Fe, entre la parcialidad de Belgrano de Córdoba y la policía local, con una pelea entre plateístas de Colón y periodistas mediterráneos. Botellazos desde fuera de la cancha hacia la tribuna visitante, palazos, gases, balas de goma. Un viaje al infierno hicieron quienes siguieron al cuadro celeste. Lo mismo les ocurre, anualmente, a quienes acompañan a los equipos de Rosario y de Santa Fe a tierras cordobesas.
Reventa de entradas, boletos falsos, gente con tickets reales que no pudo ingresar, violentos que avasallaron los controles y penetraron en las tribunas con su habitual dosis de intimidación y prepotencia: ése fue el panorama en Tigre-River, en la noche del domingo pasado, con varios policías heridos y la yapa de un patrullero incendiado.

Una pelotera tremenda entre los hinchas de Nueva Chicago, pertenecientes a la fracción denominada "Los Perales" y la policía, enojadísimos porque no se les permitió el ingreso y tuvieron que "soportar" el derecho de admisión para varios de ellos. Combates cuerpo a cuerpo, tiros en las inmediaciones del estadio de Mataderos, más de lo mismo. Acusaciones cruzadas, algunos que hablan de conflictos políticos entre grupos vinculados al PRO y al kirchnerismo.

Independiente no levanta la puntería en la cancha y sus violentos aprovechan. Acorralados ante la opinión pública por el esfuerzo y dedicación de la dirigencia que encabeza Javier Cantero, no tuvieron mejor idea que intentar incendiar la sede porteña de Flores, en la calle Boyacá. Y de paso, quisieron robar computadoras y las planillas que contienen información muy valiosa en el histórico edificio de la avenida Mitre, en Avellaneda.

Cuatro relatos abreviados de situaciones que se vivieron el último fin de semana en diversos campos de juego en primera y segunda división. En estadios donde hay más seguridad, se pagan entradas más caras con mayores comodidades, hay cámaras que filman lo que sucede y el número de efectivos públicos y privados es claramente superior a otras categorías.
Días atrás, hubo una desafortunada enumeración de la presidenta Cristina Fernández sobre las bondades que los barras bravas han producido en algunas situaciones, promesas de control y de cambio en la seguridad y la forma en tratar a los violentos. Incluso, el gobernador Daniel Scioli disolvió el poco respetado Comité Provincial de Seguridad Deportiva (Coprosede) y anunció la creación de un nuevo organismo bajo la órbita de la Secretaría de Deportes bonaerense. Nada cambió.

Seguramente dirán que falta tiempo, inversión en prevención, adiestramiento de los efectivos, apoyo de los dirigentes del fútbol: son palabras que ya se dijeron hace diez, cinco o dos años, siempre se argumentó lo mismo. Atenuantes y más atenuantes. La Justicia que no actúa, la policía que mira o reprime salvajemente, los hinchas que oscilan entre romper todo o enfrentar a una fuerza de seguridad organizada. El partido y su dramatismo, una gran excusa. El árbitro y sus asistentes, otro buen argumento para justificar la "adrenalina".

El ingrediente cultural es muy fuerte y no parece haber intención de nadie de modificar hábitos y conductas. Pocas sanciones, muchísimas quejas, necedad, estilos amarillentos de gran parte de la patria periodística, todo combinado en un cóctel que cansa y aburre porque tienen un final ya conocido: nada nuevo bajo el sol.

DZ/sc

Fuente: DiarioZ.com

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