El macrismo abandonĂ³ a los pacientes del Borda.

Hace mĂ¡s de dos meses que no hay gas en el hospital.

Por Gustavo Cirelli
El deterioro de la infraestructura de la instituciĂ³n empeorĂ³ en las Ăºltimas semanas. La falta de agua caliente y de calefacciĂ³n complica aun mĂ¡s la salud de los 750 internos del hospital.

Hace mĂ¡s de dos meses que el Hospital JosĂ© T. Borda no tiene gas; es decir: hace mĂ¡s de dos meses que los pacientes del Hospital JosĂ© Borda sufren la falta de gas.

Si una definiciĂ³n posible de quĂ© es “noticia” se puede sintetizar en aquello que irrumpe en la esfera pĂºblica y merece ser contado, el abandono al que fue condenada la instituciĂ³n de salud mental mĂ¡s emblemĂ¡tica de la Ciudad de Buenos Aires no tendrĂ­a que ocupar ni un centĂ­metro en la prensa. No es noticia. ¿Por quĂ©? Porque la desidia oficial impregnĂ³ a todo el sistema de salud que administra el macrismo y ya es una costumbre vergonzosa, que los porteños asumen como cotidiana, sin que haya una reacciĂ³n acorde a la gravedad que implica. QuĂ© decir, entonces, cuando el sector afectado es uno de los mĂ¡s vulnerables de la sociedad: el de aquellos que se extraviaron en los laberintos de la locura. Da vergĂ¼enza. Ese es el sentimiento que aflora al recorrer las instalaciones del hospital, como hizo Tiempo Argentino. Falta gas y no pasa nada. SerĂ¡, tal vez, porque la locura es un espejo en el que nadie quiere mirarse. Una bofetada.

En el Borda, hoy, hay aproximadamente 750 pacientes internados, trabajan en Ă©l, casi 500 profesionales de distintas disciplinas y lo visitan mĂ¡s 3000 personas a diario. Es, tambiĂ©n, un hospital escuela y en algunos aspectos, un ejemplo para el mundo que destaca y emula en varias ciudades europeas, por caso, la experiencia de la radio La Colifata, creada hace 20 años por el licenciado Alfredo Olivera, para dar voz a los que no tienen voz, –y eso estĂ¡ lejos de ser un lugar comĂºn en una crĂ³nica lisonjera sobre los raleados del sistema–. Es asĂ­.

Pero por sobre todo es admirable el esfuerzo cotidiano del equipo profesional que pone todo de sĂ­, a cada hora de cada dĂ­a de cada mes, para que el hospital funcione y cobije en ese universo intramuros que funciona como red de contenciĂ³n y sociabilizaciĂ³n para quienes en el afuera no pueden permanecer por sus propias limitaciones psiquiĂ¡tricas y por la falta de una polĂ­tica de salud integral que facilite, en la medida de lo posible, su reinserciĂ³n.

El anticipo de lo que sucederĂ­a en el presente fue escrito hace mĂ¡s de un año. Dice asĂ­: “Ordenar al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que en el plazo de 180 dĂ­as corridos proceda a llamar a licitaciĂ³n pĂºblica o seleccione el medio de contrataciĂ³n que resulte mĂ¡s idĂ³neo y acorde a las normas legales, tendiente a la realizaciĂ³n de todas las obras de infraestructura pendientes en el Hospital JosĂ© T. Borda referidas a las condiciones edilicias, instalaciones elĂ©ctricas, sanitaria, cloacal, de agua potable y de gas. Dichas obras deberĂ¡n asegurar calefacciĂ³n, ventilaciĂ³n, ambientes secos, sanitarios en condiciones Ă³ptimas, espacios de terapia y rehabilitaciĂ³n, consultorios, cocinas y office de enfermerĂ­a en estado adecuado.”

Fue escrito en el Expediente 24708/0, en un fallo del 11 de junio de 2010 de la magistrada Andrea Danas, de la justicia en lo Contencioso Administrativo y Tributario que tuvo origen en una denuncia radicada en 2008 por la AsesorĂ­a Tutelar 1. Hubo un fallo. Por lo que la situaciĂ³n no pudo ser. Y sin embargo, lo fue. Los funcionarios debĂ­an dar una soluciĂ³n inmediata a la devastada infraestructura hospitalaria. La crisis del Borda es aun mĂ¡s penosa porque una orden judicial de hace mĂ¡s de un año fue ignorada. AsĂ­ se llegĂ³ al 20 de abril cuando se interrumpiĂ³ el suministro de gas por un desperfecto tĂ©cnico y desde entonces sĂ³lo fue emparchado a medias.

Lo que sigue es una crĂ³nica del olvido.

La mañana en que Tiempo recorriĂ³ las instalaciones, en el afuera la temperatura superaba unas dĂ©cimas los 10 grados. Adentro del hospital –no es una metĂ¡fora– el frĂ­o era aun mayor.

El Borda, fundado en 1863, cuenta en la actualidad con 14 hectĂ¡reas. Sobre ellas se emplazan cinco pabellones: el Central que es el mĂ¡s amplio y fue construido en forma de dos H conectadas entre sĂ­. De frente, a su izquierda, se ubica el pabellĂ³n A reciclado en 2004; atrĂ¡s, separado por la cocina de hospital, estĂ¡ el B. Hacia el centro del predio, amurallada, se esconde la Unidad 20 del Servicio Penitenciario, donde semanas atrĂ¡s un incendio matĂ³ a dos internos. A su lado, unos 30 metros al norte, se encuentran el pabellĂ³n Amable Jones y una capilla. El parque, o lo que supo ser un parque con cĂ©sped, une los edificios. Cada pabellĂ³n estĂ¡ (estaba) alimentado por una subestaciĂ³n de gas. Desde que se interrumpiĂ³ el suministro sĂ³lo se recuperĂ³, a los  20 dĂ­as, un servicio parcial, segĂºn informĂ³ el 9 de junio el gobierno porteño: en el pabellĂ³n A y en el Amable Jones.

Ante una pĂ©rdida que detectĂ³ Metrogas, tras la ruptura de un caño, la empresa cortĂ³ la provisiĂ³n. El tendido de la red de gas en el predio es de unos 13 kilĂ³metros. No es, obviamente, tarea sencilla controlar y refaccionar los desperfectos estructurales. Lo cierto, tambiĂ©n, es que el deterioro no fue instantĂ¡neo. Es consecuencia de años de abandono. Una situaciĂ³n que no puede desvincularse, asĂ­ lo hacen saber los profesionales que trabajan en el Borda, del proyecto macrista de construir un Centro CĂ­vico en sus codiciadas hectĂ¡reas, a las que se suman las del lindero Hospital Moyano. Un emprendimiento inmobiliario tentador a pocos minutos del Obelisco.

La iniciativa del macrismo, que se hizo pĂºblica hace tres años, concitĂ³ el rechazo de distintos sectores polĂ­ticos y sociales, pero sobre todo de los trabajadores de la salud. Una maqueta exhibida en la Facultad de Arquitectura de la UBA pudo confirmar que el proyecto del PRO era mĂ¡s que el simple deseo de algĂºn funcionario voluntarioso. Es por eso que la actual falta de gas no es mĂ¡s que la consecuencia de una historia que se asemeja bastante a una polĂ­tica de vaciamiento, cuya crueldad se expresa en cada centĂ­metro del hospital. Por tal motivo, la denuncia por abandono de persona que realizĂ³ la AsociaciĂ³n de Profesionales de hospital es tan entendible como la impotencia de mĂ©dicos, psiquiatras, psicĂ³logos, kinesiĂ³logos, enfermeras y demĂ¡s trabajadores, al ver que la problemĂ¡tica de los pacientes empeora por las bajas temperaturas. La preocupaciĂ³n y el compromiso que asumen los profesionales del Borda se refleja en los reclamos que vienen realizando desde el 20 de abril –paros, protestas en las calles, denuncias pĂºblicas, audiencias judiciales, festivales solidarios como el de ayer, (ver aparte)–, que no tiene que ver sĂ³lo con la obvia necesidad de condiciones de trabajo dignas para el equipo de salud, sino con la urgencia de solucionar cuanto antes un drama extra en la vida de los internos.

Gabriel Cavia, titular de la AsociaciĂ³n de Profesionales del Borda muestra la carta documento que le enviaron el 29 de abril al ministro de Salud porteño, Jorge Lemus, –quizĂ¡ la ausencia pĂºblica mĂ¡s notoria en toda la crisis. El texto dice: “Ante el incumplimiento de su gestiĂ³n respecto de arbitrar las medidas adecuadas para dar una soluciĂ³n acorde y definitiva a los graves y urgentes problemas que el gas ocasiona a los pacientes, que por su padecimiento psiquiĂ¡trico le genera angustia, desorganizaciĂ³n en los hĂ¡bitos de su vida cotidiana y en sus condiciones de higiene, es que lo intimamos para que en el plazo de 48 horas dicte los actos administrativos de su competencia, bajo apercibimiento de iniciar acciones civiles y penales por abandono de persona.” La respuesta del gobierno de la Ciudad fue enviar 20 termotanques elĂ©ctricos, 20 anafes, y pantallas-calefactores. Algo asĂ­ como pretender que una sola vela ilumine de noche la Bombonera entera.

Mauricio Macri, en persona, y varios de sus funcionarios de primera lĂ­nea, intentaron explicar en los medios las soluciones insuficientes y transitorias que tomaron ante la falta de gas. Ignoran, quizĂ¡, entre tantos olvidos, que el tendido de cables del hospital no soporta la carga de una mayor demanda de artefactos elĂ©ctricos. En algunos servicios del Borda, saltĂ³, obviamente, la tĂ©rmica. Ni luz, ni gas.

Los pacientes duermen vestidos, con varias frazadas sobre sus cuerpos, para no entumecerse por las noches, y permanecen asĂ­, dentro de sus camas, mĂ¡s horas de lo habitual, lo que complica las terapias programadas. Las enfermeras hacen milagros para higienizarlos. Los flamantes termotanques disponen de una capacidad de 80 litros, y sĂ³lo pueden bañarse dos personas hasta que el agua vuelve a calentar un poco, y asĂ­ repetir la rutina, en las ruinas de los baños, al menos los del pabellĂ³n Central, que no tienen calefacciĂ³n. AsĂ­, ahĂ­, ducharse es un castigo. Entre las problemĂ¡ticas crĂ­ticas que padecen los internos se destacan, tambiĂ©n, las neumopatĂ­as. Cada invierno, mĂ¡s de uno debe ser internado por complicaciones en las vĂ­as respiratorias, este año, algunos de esos procesos se adelantĂ³. TambiĂ©n los profesionales sufren por estos dĂ­as enfermedades bronquiales u otras derivadas de estar expuestos, por varias horas, al frĂ­o.

La neumopatĂ­as entre los pacientes son, tambiĂ©n, producto del tabaquismo, una adicciĂ³n que cala hondo en el Borda. Las autoridades municipales del Ă¡rea de Salud Mental saben que la complejidad de los cuadros clĂ­nicos dentro de la instituciĂ³n deberĂ­an demandar una atenciĂ³n mĂ¡s especĂ­fica que en otros hospitales. Es gravĂ­simo, por ejemplo, que los pacientes del Hospital OftalmolĂ³gico Lagleyze no tengan gas desde hace tres años, –lo que confirma, sin mĂ¡s, cuĂ¡les son las prioridades de gestiĂ³n de Mauricio Macri–, pero en el caso del Borda la vida de internos estĂ¡ realmente en riesgo. El ministro Lemus no ignora que muchos enfermos con patologĂ­as psiquiĂ¡tricas fuman para aliviar su encierro; lo que disipa, un poco quizĂ¡, la ansiedad de sus dĂ­as. Y no es una cuestiĂ³n anecdĂ³tica, el hĂ¡bito ayuda a reflejar la complejidad en la atenciĂ³n que requiere la salud mental. En el pabellĂ³n A, por ejemplo, las paredes pintadas de blanco lucen hoy un amarillo-ocre, que no es mĂ¡s que la pĂ¡tina que imprimiĂ³ el humo de los cigarros. En el pabellĂ³n central es mĂ¡s difĂ­cil de apreciar: entre tantas paredes descaradas, cuesta distinguir cuĂ¡ndo pasĂ³ por ellas, la Ăºltima vez, un rodillo con pintura. El abandono oficial en el Borda, claro, no se refleja sĂ³lo en la falta de gas. Pero hoy, invierno mediante, es la principal amenaza.

Entre la indiferencia gubernamental y la solidaridad extra de los trabajadores del hospital, la vida de los locos se juega en sede judicial. El fallo del año pasado de la jueza Danas fue apelado por el macrismo y ahora estĂ¡ en CĂ¡mara esperando una resoluciĂ³n. AdemĂ¡s, el miĂ©rcoles pasado hubo una nueva audiencia en el despacho de la magistrada, a partir de un amparo presentado por el legislador Jorge Selser ante la ausencia de gas en el hospital. Selser, candidato a vicejefe de gobierno porteño de Pino Solanas y presidente de la ComisiĂ³n de Salud de la Legislatura, es uno de los mĂ¡s activos, junto a la legisladora kirchnerista Gabriela Alegre, en denunciar la situaciĂ³n actual que se sufre en Borda. En concreto, en la audiencia en el juzgado de Danas no se aportĂ³ ninguna soluciĂ³n. Se fijĂ³ una nueva fecha, para el 6 de julio prĂ³ximo, para que las autoridades porteñas se presenten ante la justicia a rendir cuentas. El frĂ­o, en tanto, aprieta y no se detiene en cuestiones burocrĂ¡ticas. La situaciĂ³n del 70% de los pacientes, mĂ¡s allĂ¡ de los paliativos que dispuso el PRO al enviar estufitas y calentadores, es tanto o mĂ¡s crĂ­tica que cuando se interrumpiĂ³ el suministro de gas hace casi 70 dĂ­as. Selser lo definiĂ³: “Las condiciones siguen siendo desastrosas.” Algo que se confirma con sĂ³lo recorrer el hospital.

Cerca del mediodĂ­a, por ejemplo, muchos pacientes continĂºan en sus camas, tapados hasta la nariz. Lo prefieren a tiritar en los pasillos de algĂºn pabellĂ³n. Falta agua caliente: falta el mate. Y no es un detalle menor. Cebar mate es un rito que une y tambiĂ©n alivia, que sociabiliza. La indiferencia o la ignorancia ante lo que sucede ahora mismo en la instituciĂ³n refleja en profundidad la carencia de sensibilidad de quienes administran la cosa pĂºblica en la Ciudad.

El tiempo que invierten (pierden) los mĂ©dicos en procurar un poco de calor para los internos es el que le restan a su tarea especĂ­fica: atender la salud de sus pacientes. Una psiquiatra da un ejemplo alarmante: un psicĂ³tico puede exponerse al frĂ­o y no reaccionar hasta morir, de ahĂ­ la desesperaciĂ³n del plantel profesional para que la soluciĂ³n sea inmediata. La urgencia no es antojadiza, es vital.

Desde que se cortĂ³ el gas, las raciones de comida para los pacientes se elaboran en el Hospital Moyano. No es un dato mĂ¡s. En el pabellĂ³n central, el mĂ¡s castigado por el abandono, que tiene sus salas laterales en desuso, funciona el servicio para quienes padecen bulimia y anorexia, una enfermedad que requiere, entre otros aspectos, una dieta especĂ­fica. Este servicio, que el Borda brinda como hospital de dĂ­a para esa docena de adolescentes y jĂ³venes a las que se ve hoy acurrucadas frente a una estufa, ha sido reconocido por los especialistas que trabajan sobre esta problemĂ¡tica. En la actualidad, su tarea especĂ­fica se ve afectada. Las chicas estĂ¡n mĂ¡s atentas al calefactor que a las actividades que la terapia les demanda. Una de ellas lo cuenta, con simpatĂ­a: “AcĂ¡ estamos, cerquita de la estufa y comiendo una manzana… frĂ­a.” QuĂ© decir.

En el pabellĂ³n A, la bronca de los internos se lee en una cartelera en la que escribieron las conclusiones de una asamblea de pacientes. Entre otros puntos afirman: “Kirvy no quiere poner plata, lo quiere cerrar (al hospital).” La cordura del texto es precisa: hacen referencia a Rodolfo Kirby, el subsecretario de AdministraciĂ³n del Sistema de Salud porteño contra quienes apuntan pacientes y trabajadores del Borda por ser la cara responsable de la indiferencia PRO. Recuerda Cavia que Kirby “es un hombre de Macri que viene acĂ¡ a organizar las obras, pero que por su arrogancia hace unas tres semanas la comunidad del hospital lo declarĂ³ persona no grata”. Y agrega: “Lo que sucede ahora estĂ¡ en el marco de todo un deterioro, porque cuando Macri dice que lo que pasĂ³ en el Borda fue un accidente, lo que estĂ¡ diciendo es que un accidente es algo que no se puede prever.” Quien habla, no hay dudas, sabe que la palabra puede expresar mucho mĂ¡s que la literalidad de sus dichos. Es experto en patologĂ­as.

A su lado, Daniel Blanco, delegado de ATE en el hospital, asiente cada palabra del presidente de la AsociaciĂ³n de Profesionales, y agrega informaciĂ³n: en el Ă¡rea de mantenimiento, a la que pertenece, años atrĂ¡s habĂ­a 130 trabajadores. Hoy son sĂ³lo 30. Todo un sĂ­ntoma.

Otro sĂ­ntoma: existe desde el año 2000 una ley porteña sobre Salud Mental, la 448, que espera ser aplicada. La norma fue considerada un triunfo para los profesionales del sector porque en ella se refleja una visiĂ³n de avanzada sobre los derechos de quienes requieren asistencia en salud mental. La Ciudad se habĂ­a convertido asĂ­ en un distrito emblema sobre los procesos que tienden a la desmanicomializaciĂ³n –un debate que lleva dĂ©cadas en el abordaje clĂ­nico de la Salud Mental– y, a la vez, aportaba nuevos dispositivos de atenciĂ³n. La ley porteña fue tambiĂ©n precursora de la Ley Nacional de Salud Mental, sancionada recientemente. “La norma –explica la legisladora Alegre– contemplĂ³ la descentralizaciĂ³n de lo que se denominĂ³ antiguamente como ‘servicios de psicopatologĂ­a’ y los hospitales monovalentes con internos cronificados, con la creaciĂ³n de guardias en salud mental en los hospitales generales y el apuntalamiento de efectores en red como los talleres protegidos, las casas de medio camino, las residencias protegidas, entre otros.” Pero el gobierno de Macri en estos cuatro años, no hizo mĂ¡s que retroceder en su implementaciĂ³n. Lo saben Cavia y Blanco y todos los trabajadores y pacientes del Borda. La falta de gas es la consecuencia de una polĂ­tica de desfinanciamiento y abandono. Desmanicomializar no es, precisamente, vaciar las instituciones y condenar a los pacientes y profesionales a Siberia. DeberĂ­a ser una polĂ­tica integral en Salud Mental que nada tiene que ver con proyectos inmobiliarios, consignas de campaña o fallidas soluciones transitorias para una instituciĂ³n a los que profesionales y locos llaman: macricomio.<

ColaborĂ³ Naimid Cirelli Asef

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