Pavone lo hizo de nuevo: hundir a Independiente en el final.

"Parece que estoy en racha contra ellos", celebró el Tanque, que les anotó tres goles en los últimos tres partidos. Por Federico Del Corro

Una excelente definición de Pavone, casi sobre el cierre del partido | Fernando Massobrio - LA NACION

Mariano Pavone lo hizo de nuevo. Volvió a convertirle a Independiente durante los últimos diez minutos de un partido. La camiseta roja parece motivar de sobremanera al delantero de Tres Sargentos. Éste es el tercer gol consecutivo que Pavone convierte contra Independiente, uno con River, en el Clausura 2011, y los otros dos con Lanús, Apertura 2011 y el de ayer. Los tres en los últimos cinco minutos del partido, lo que les permitió a sus equipos quedarse con cada triunfo.

Ya son seis en su carrera. "Por suerte parece que estoy en racha contra ellos", comentó el delantero de Lanús en los vestuarios, y agregó: "Me voy muy contento, no sólo por haber marcado un gol, sino por cómo se dio el partido. Creo que fuimos superiores durante casi todo el partido; el triunfo sirve para seguir arriba".

Pavone ingresó a los 30 minutos del segundo tiempo, con el partido 0 a 0. Rápidamente se posicionó entre los centrales de Independiente y buscó juntarse con Regueiro y Valeri para generar alguna situación de gol. A los 38, la búsqueda empezó a dar sus frutos cuando conectó un pase de Eduardo Ledesma para marcar un tanto que fue bien anulado, por offside. Pero eso fue sólo un aviso de lo que estaba por venir. tres minutos después, a los 41, un gran pase de Diego González desde el círculo central encontró a Pavone en la puerta del área. Dominó la pelota con cierta dificultad, pero cuando consiguió quedar de cara al arco hizo lo que mejor hace. El grito de gol.

Gabriel Schurrer, técnico del equipo granate, concuerda con Pavone: "Éste es el equipo que queremos ver siempre. Fuimos agresivos sobre la salida del rival, y tener la pelota para poder manejar los tiempos del partido, y creo que lo conseguimos durante las tres cuartas partes del partido". Consultado sobre la racha de su goleador, Schurrer admitió con un guiño cómplice: "Algo sabía de la racha que Mariano tenía contra Independiente, pero eso no definió si entraba o no, porque en algún momento las rachas se cortan. Entró porque queríamos el triunfo, y con mucho trabajo pudimos conseguirlo".

Acerca de su destacado momento, el nueve señaló: "Lo que más me ayudó para volver a tener este nivel fue poder hacer una buena pretemporada. Haber conseguido hacer eso, y además jugar en un equipo ambicioso me permite tener varias chances por partido, y no desgastarme tanto. Si además me dan pases como el del Pulpo, la cosa es todavía más fácil".

Con estos seis puntos, el equipo se subió a la punta del campeonato en soledad hasta que esta tarde jueguen San Martín, de San Juan, y Tigre. Lo hizo jugando con un equipo alternativo, ya que hubo cinco cambios con respecto al debut en la Copa Libertadores contra Flamengo. "No hay titulares y suplentes, éste es un plantel que quiere ganarse un lugar en la historia del club, y ninguno cree ser más que el compañero", aclaró el goleador.

"Este plantel responde a lo que se le pide, y al que le toca a entrar se sacrifica mucho por cumplir lo que le pedimos. Con esa mentalidad vamos a llegar muy lejos. Claro que siempre ayuda tener un delantero como Mariano, que siempre se motiva cuando juega", advirtió el técnico granate.

Así definió Pavone, ante la salida de Hilario

Hay un detalle. Una jugada. Una mirada, tal vez maliciosa, pero que descubre una certeza. Eduardo Tuzzio, de espaldas, en ataque, cubre una pelota a centímetros de la línea final. Una acción que repite hace algunos años: pisa la pelota, la defiende con el cuerpo, mira de reojo el córner, en una acción de ataque aislada. Su voluntad tiene premio: tiro de esquina para Independiente, durante el segundo tiempo, cuando se juega algo mejor. De inmediato, lo sorprende una ovación, un aplauso estelar, de los tres o cuatro que despierta un equipo que navega en la hibridez. Es una muestra: Independiente no tiene qué aplaudir. Tuzzio, en realidad, no es el responsable: es un buen defensor que suele proyectarse. Lo que expone su individualidad, ese instante, ese aplauso, es el mareo en el que suele caminar Independiente, sediento y hambriento, perdido en el desierto desde hace un buen tiempo.

No sólo es un equipo tibio, no sólo no suele jugar bien. No sólo no marca goles y se mueve entre las sombras de un clima enrarecido de adentro y de afuera. Lo llamativo, lo doloroso, en realidad, es que no juega como un equipo grande. No trata de arrollar al adversario, ni siquiera en su casa. No sólo no puede: parece que no quiere. Independiente no juega con su camiseta.

Porque jugar mal (o regular, en realidad) juegan casi todos. Sólo Vélez, un club ejemplar, puede escapar de esa teoría. También, entre ráfagas, otro ejemplo más humilde en épocas pasadas y poderoso en el presente: este Lanús, que le gana a Independiente, en Avellaneda, por 1 a 0, con otra gran definición de Pavone, cerca del epílogo, como en otras ocasiones. Independiente, en realidad, juega tan mal como casi todos en el confuso, errático y parejo fútbol doméstico. Sin embargo, Independiente no es un equipo más. Su historia es de novela. Sus hazañas, de colección. Ídolos, vueltas olímpicas, grandeza sin igual. Este Independiente no tiene muchas figuras, es verdad. Sólo un puñado de habilidosos, unos cuantos combativos y un entrenador que hace algunos años que tiene escondida la brújula. No se trata de jugar algo mejor, sino algo mucho más profundo: mostrarles a los rivales su camiseta. Recordarles su historia. Jugar con la bandera de Independiente, esa que alguna vez fue motivo de orgullo y que hoy, en la mediocridad general, pesa en gramos. Esa misma que supo cargar toneladas.

Ese primer capítulo es la mejor muestra. Lanús, con la movilidad de Pereyra y las ganas de Romero, le marcó el sendero. Pequeñas luces en la tarde gris, aunque iluminadas por el equipo granate. Independiente era un espectador en su casa. Con un esquema renovado con tres defensores, con pibes y experimentados y con la desesperación de Farías por fabricarse sus propios espacios.

Un disparo de Díaz, el defensor granate, desde lejos, que chocó en el travesaño y viajó al cielo, no disfraza la realidad de la segunda mitad: Independiente mejoró. Tanto, que hasta pudo haber marcado un gol. Siguió jugando tan mal como casi siempre, pero al menos Pato Rodríguez recordó que es el enganche; Julián Velázquez confirmó la teoría de que tiene futuro europeo y hasta hubo algunos avances por las bandas con cierto peligro.

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