Justin Fashanu fue el primer futbolista en declararse públicamente como homosexual. Los partidos más difíciles los disputó fuera de la cancha, contra el racismo y la homofobia. Terminó perdiendo: se suicidó tras una acusación sin pruebas.
EL CRACK. Justin Fashanu fue una de las grandes apariciones del fútbol inglés al principio de los años 80.
LA CONFESION. Fashanu fue el primer futbolista en manifestarse gay públicamente.
DE SELECCION. Justin integró el equipo nacional Sub 21 entre 1980 y 1982.
No aguantó el dolor. No le cabía en su cuerpo de atleta. Sentía que el mundo se le había caído entero sobre su cabeza. Y tomó la decisión más dura. Un rato antes, acusado por un delito no cometido, había escrito en un papel a modo de despedida: "I realised that I had already been presumed guilty. I do not want to give any more embarrassment to my friends and family." ("Me di cuenta de que ya me presumen culpable. No quiero darles más disgustos a mis amigos y a mi familia"). Después, en un estacionamiento abandonado, terminó con sus fantasmas y con su vida, de una sola vez. Atrás había quedado la promesa de crack, con su recorrido de angustias, discriminaciones y padecimientos.
Justinus Soni Fashanu nació en Hackney, en el centro de Londres, en el invierno inglés de 1961. Su padre nigeriano y su madre de Guyana se separaron y no pudieron hacerse cargo de él. En consecuencia, lo dieron en adopción junto a su hermano John. Justin tenía aptitud para los deportes: le gustaba el boxeo y lo practicaba con éxito. También le simpatizaba el fútbol. Y cuando se decidió a jugarlo, muchos advirtieron que nacía un crack. Debutó a los 17 años en el Norwich City; dos años después, un gol de Justin fue elegido como el mejor de la temporada por la BBC. Su tranco, su elegancia en los desplazamientos, su habilidad y su aceleración lo convertían en un diamante en bruto. Se parecía a una estrella del fútbol surgida en la tierra de su padre, que fue figura de los años noventa: el nigeriano Nwanku Kanu. Su primer gran salto resultaba una inminencia.
Eran días complejos en Inglaterra y en todo el Reino Unido. Aquel escenario lo describió Iñigo A.R. en el blog "Los ideales del gol": "Nos situamos en los años 80, época de una gran crisis económica, con media Inglaterra en huelga y con Tatcher en el poder intentando poner orden a base de mano dura. Como suele pasar ante las penurias económicas, se apunta al más débil. La xenofobia resurge en Inglaterra. En lo que respecta al fútbol, la Premier League estaba en plena lucha contra el racismo en las gradas. Justin llega con 20 años a Nottingham Forest -equipo de la elite de entonces- donde lo recibe el que será su entrenador, Brian Clough. Conocido hombre de izquierdas y militante laborista, a Clough, que iba camino a los 50, se le podía ver incluso en los piquetes de los trabajadores en huelga. Por si fuera poco, a su vez, fue uno de los fundadores de la Anti-nazi League, organización contra el fascismo y el racismo, con clara influencia socialista revolucionaria. Parecía que Fashanu, al menos en su vestuario, no tendría problemas por el color de su piel". No fue así. Clough quería ver en él al proyecto de crack hecho realidad. Pero entre persecuciones y discriminaciones, el rendimiento de Justin decreció. Y con él, también se vino abajo la confianza del entrenador. Perdió espacio en el equipo y fue cedido al Southampton.
Su carrera continuó con una buena campaña de tres temporadas en el Notts Countty y luego, desde 1985, con un traumático recorrido de 18 equipos en 12 años. Se lesionó, escuchó insultos, broncas, odios raciales. A cada lugar donde llegaba le colgaban el cartelito: "El primer jugador negro en ser transferido por un millón de libras". Peor la pasó a partir de 1990 cuando decidió contar su condición de homosexual. Lo confesó en una entrevista concedida al diario The Sun. Entonces, también tuvo una osadía: desnudar gustos ajenos. Afirmó haber tenido un encuentro sexual ocasional con un miembro del parlamento -hombre conservador y casado- que había conocido en un bar de Londres. Lo pagó con desprecio y con más discriminación. Hasta su hermano John -también futbolista en aquel tiempo; ahora presentador de televisión- lo señaló ante los medios como "un paria, un caso perdido".
En 1998, ya en los Estados Unidos (donde también jugó), Fashanu estuvo involucrado en un episodio confuso. La policía lo interrogó cuando un joven de 17 años lo acusó de agresión sexual. Muchos medios lo señalaron culpable por portación de nombre y de color. Sintió que el mundo se lo devoraba. Luego, cuando ya era tarde, la policía abandonó el caso por falta de pruebas.
Lo que sigue lo escribió -con su pluma afilada- Eduardo Galeano, en el libro Espejos: "Salvo en los reinos de los aztecas y de los incas, los homosexuales eran libres en América. El conquistador Vasco Núñez de Balboa arrojó a los perros hambrientos a los indios que practicaban esta anormalidad con toda normalidad. El creía que la homosexualidad era contagiosa. Cinco siglos después, escuché decir lo mismo al arzobispo de Montevideo.
El historiador Richard Nixon sabía que este vicio era fatal para la civilización:
-¿Ustedes saben lo que pasó con los griegos? ¡La homosexualidad los destruyó! Seguro. Aristóteles era homo. Todos lo sabemos. Y también Sócrates. ¿Y ustedes saben lo que pasó con los romanos? Los últimos seis emperadores eran maricones..."
Mucho más cerca en el tiempo, Fashanu fue una cara visible de la discriminación. Ahora, en su nombre y abrazadas a su memoria, en el Reino Unido, se organizan campañas contra la discriminación y la homofobia. En esos momentos, Justin resulta una memoria que late. Y una denuncia, también.