Hace unos meses apareció en la Argentina una copia barata de Wikileaks, el sitio creado por Julián Assange que supo revelar secretos de Estado sumamente relevantes referidos a la cocina política de EEUU.
La pretendida imitación se llama Leakymails y se encuentra bien lejos de ser similar a Wikileaks, principalmente porque se dedica a difundir correos electrónicos privados y no documentos secretos de relevancia. Peor aún, gran parte de esos mails son falsos, inventados por quienes han creado la página de marras.
En el mismo sentido, Leakymails, a diferencia del portal de Assange, es tedioso y aburrido, con poca información de importancia e inmerecedora de atención real.
Sin embargo, en los últimos tiempos ese sitio aparenta haber provocado algún temor o resquemor en los servicios de Inteligencia vernáculos, ya que uno de los voceros de la ex SIDE, el oscuro periodista Gerardo Young, ha salido con los tapones de punta a denostarlo.
En una nota que se publicó en la versión digital de Clarín, Young advierte —¿a quién? ¿Por qué?— que se ratificaron dos denuncias penales por la existencia de ese sitio. “La primera es del Ministerio de Defensa —donde pincharon el correo de la secretaria de Derechos Humanos, Ileana Arduino—, y se presentó en el juzgado federal porteño de Ariel Lijo. La otra es del Ministerio de Seguridad —hay varios funcionarios ‘pinchados’— y recayó en el juzgado federal de Sergio Torres”, según Clarín.
Más adelante, Young asegura algo que es obvio: no todos los mails son verdaderos. “Eugenio Zaffaroni, ministro de la Corte y uno de los afectados, declaró el miércoles en Radio Continental que circulaban correos suyos ciertos y otros ‘totalmente falsos’.”
¿Por qué Young, a la sazón el periodista que más cobra por parte de la Secretaría de Inteligencia, se ha apurado a publicar una nota tan descolgada en una edición en la que prevalecía otra “Agenda Setting”? ¿Quién le pidió que lo haga?
Es evidente que se trata de las mismas personas que lo “impulsan” a disfrazar cada tanto certeras operaciones de prensa cual si fueran artículos periodísticos. Posiblemente los mismos que le pagaron por escribir un olvidable libro sobre la SIDE en el año 2006 (1).
Más allá de quién se encuentre realmente detrás de la pluma de Young —¿Jaime Stiusso?—, es sintomática la amenaza velada que se hace a través de la nota referida: “La única pista, por ahora, se infiere leyendo la página web y apunta a ex empleados de la SIDE y de la Policía Aeronáutica. Es que algunos de los correos publicados ahora (los de Zaffaroni), ya habían sido divulgados por Internet en 2006”, asegura el periodista.
Es muy probable que se trate de los mismos personajes —de la más baja calaña del espionaje autóctono, cabe agregar—, que hoy se encuentran prófugos de la justicia argentina. Eso nadie lo discute.
Lo que sí es discutible y polémico, es que periodistas como Young hayan travestido el periodismo y lo hayan transformado en una herramienta para dirimir cuestiones de espionaje de la peor estofa. Lo hacen por dinero, obviamente, y no tienen empacho en firmar panfletos de cualquier índole para satisfacer a sus pagadores.
Hay que decirlo: no es el único que lo hace; existen docenas de hombres de prensa que cobran dinero “bajo mesa” —de arcas públicas o empresas privadas— a efectos de callar ciertas cuestiones de coyuntura y/o dar difusión a operaciones que no tienen asidero real y que solo benefician a quienes les entregan los billetes.
Ello provoca que la sociedad termine desinformada respecto a los temas que realmente afectan el interés público y se empape de cuestiones que solo tienen que ver con intereses entre privados.
¿Cómo puede una sociedad, cualquiera que fuere, confiar en el periodismo habiendo tantos colegas dependientes de kioscos espurios? ¿Cómo se trabaja para mejorar la república si no se puede superar la propia miseria humana?
Es común denostar a la clase política por su incesante comportamiento ímprobo, pero se trata solo del reflejo de la propia sociedad que esta integra. Los funcionarios que suelen ser criticados por la ciudadanía, han surgido de su propio seno. Eso mismo ocurre con los periodistas, símbolo de esa misma sociedad enferma.
En fin, tal vez no se trate ya de poner el foco sobre los políticos o los periodistas, sino más bien sobre la ciudadanía de la cual estos han surgido. Posiblemente allí debería hacerse el real cambio de raíz.
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1
(1) Young es autor de otro libro llamado Negro contra Blanco que fue financiado por Luis D’elía. También pretendió ser una biografía “independiente”. El dato lo reveló a este periodista uno de los abogados del titular de Federación de Tierra y Vivienda.