La lógica del poder

Boudou, el peso del precedente Cobos y el valor de la confianza. Mariotto, asociado a una batalla crucial. Las decisiones de la Presidenta y los anhelos de Scioli. Reconocimientos a ministros, gremialistas y jóvenes K que pasan al Congreso.

Por Mario Wainfeld

Entretenida con el suspenso, locuaz, muy digresiva y con ostensible buen humor, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner develó el enigma. Anunció que Amado Boudou será su compañero de fórmula. El nombre figuraba en la lista de postulantes imaginados, así que las primeras conclusiones estaban ya insinuadas, es forzoso recorrerlas.

A diferencia de lo sucedido en 2003 y 2007, el kirchnerismo no buscaba sumar nuevos votos a través del compañero de fórmula, función que sí cumplieron Daniel Scioli y Julio Cobos. Tampoco congregar a nuevos aliados, lo que primó en la unción del radical mendocino. Un objetivo central de la designación era, precisamente, evitar reincidir en el síndrome Cobos. Alguien que se hubiera granjeado la confianza de la Presidenta era esencial. Boudou ascendió desde hace rato en Palacio. Cristina Fernández elogió tanto su lealtad como su laboriosidad. Además, por haber sido el mentor de una de las medidas fundamentales de su mandato: la reestatización del sistema jubilatorio.

Se da por hecho, ya se volverá sobre este punto, que la Presidenta se basta para acumular los votos necesarios para la reelección. Boudou es una figura de perfil alto en el mundillo político, aunque de bajo conocimiento público. En la lógica presidencial, eso no importa. Lo sustancial es contar con alguien confiable. La mandataria agregó como lauro la voluntad de confrontar con las corporaciones, un mensaje para adentro y para afuera. Kirchnerismo puro, pues, con un aditamento que es la buena relación del ministro con la CGT. Con alrededor de diez años menos que la Presidenta, Boudou pertenece a otra camada política (se puede decir “otra generación”), la que se forjó en esta etapa democrática.

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Gabriel Mariotto, que acompañará a Daniel Scioli en su brega para ser reelecto gobernador, tiene puntos en común con Boudou, condimentados con diferencias en cuanto a su trayectoria política previa. Mariotto, de prolongada militancia peronista, es el adalid de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la mayor batalla contra las corporaciones. La libró desde el llano durante décadas. Como el ministro de Economía, es un funcionario que creció y llegó a grandes ligas durante el gobierno de la actual presidenta.

Mariotto es una bestia negra de los medios dominantes, que lo demonizan todas las veces que pueden... y son muchas. Para Scioli, que cultiva un trato amistoso con radios, diarios, canales y periodistas de todo pelaje, esto es un incordio.

El gobernador prefería un acompañante de perfil más bajo, en principio menos predispuesto a anotarse en la carrera para el 2015. La ministra Cristina Alvarez Rodríguez calzaba en ese talle, la adornaba su buen feeling con la Casa Rosada. Tal vez los operadores de Scioli y varios diarios que divulgaron sus pareceres erraron el vizcachazo cuando la fueron instalando. Esa táctica es contraproducente en el manual del oficialismo. “Si sonás (para un cargo o candidatura), sonaste”, jugaba con las palabras pero no bromeaba el ex presidente Néstor Kirchner.

Suponer que Mariotto recortará desde el vamos el poder de Scioli, si éste gana las elecciones, es subestimar datos ineludibles. Por un lado las capacidades de flotación y de convivencia del gobernador, muy por encima de la media. Por otro, el poder institucional del titular del Ejecutivo que no es socio de su vice, sino quien maneja los piolines fundamentales de la administración.

Matizar el juicio no implica negar que Mariotto es hombre de la Presidenta y no del gobernador. Scioli apuró el trago, se encontró con Mariotto el mismo viernes en que se difundió la designación. Gentes de su entorno despotricaban, el gobernador prefirió apelar a su estilo zen y valerse de su trato amigable, que supera a Claudio María Domínguez.

Cristina Kirchner impuso su decisión, algo que se vino anunciando en este diario y en esta columna desde hace meses. No compartió la resolución con Scioli, aunque sus operadores la discurrieron. Desde hace meses, aún en vida de Kirchner, se conocían aspectos sustantivos del modo en que se integrarían las listas. La alianza con el diputado Martín Sabbatella, uno de ellos, fue digerida por Scioli sin mayores sobresaltos. El segundo, la palabra definitiva en cuanto al vicegobernador y a la lista de diputados. Nada fue sorpresa, aunque seguramente en La Plata había ilusiones de llegar a un desenlace diferente.

Ya que hablamos del ex intendente de Morón, se puede insinuar que, al contar con Mariotto, Scioli tal vez mejore su oferta electoral. Podrá ganar, sostener o recuperar el favor de votantes “progres” o kirchneristas duros, a quienes la figura del dirigente de Lomas de Zamora expresa y representa, refractarios en cambio a la trayectoria e ideología del gobernador.

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Esta nota se cierra bien entrada la noche del sábado, aunque antes de la medianoche, cuando falta conocerse la totalidad de las candidaturas y algunas confirmaciones. Con los elementos disponibles vale consignar que, en Nación y provincia, se dieron espaldarazos a aliados y funcionarios comprometidos con “el proyecto”. El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, será primer candidato a senador en Buenos Aires, un sitial destacado. El tránsito hacia una banca que cotiza alto es buena salida para quien ejerció cargos ejecutivos durante muchos años seguidos, lo que conlleva un inevitable desgaste, máxime para quien vive en exposición permanente. Es factible que suceda al saliente senador José Pampuro como presidente provisional del cuerpo, tercero en la línea de sucesión presidencial.

Julián Domínguez, el ministro de Agricultura y Ganadería, que le cambió la cara a la relación entre el Gobierno y “el campo”, se ilusionaba con la vicegobernación. Cultivó esa flor entre miles, autorizado primero por Kirchner y luego por la Presidenta. Se le reconoció la primera candidatura a diputado que, según la tradición, lleva a la presidencia la Cámara. La regla, cierto es, fue quebrada cuando Felipe Solá (cabeza de lista en 2007) debió resignarse y hacerle lugar a Eduardo Fellner. La excepción obedeció a dos causas: la primera era la necesidad de “pagarle” al jujeño que desistiera de buscar la reelección a gobernador, en un trance en que éstas habían quedado muy desacreditadas. La segunda era cierta mala onda con “Felipe”, que no afecta a Domínguez.

Así las cosas, dos dirigentes bien cercanos a la Casa Rosada, uno del conurbano y uno del interior provincial, avanzan varios casilleros.

La lista bonaerense reservó buenos lugares (segundo y tercero), entradores desde ya y relativamente vistosos, a dos ministros de Scioli de buen trato con el kirchnerismo. Mario Oporto y la mentada Alvarez Rodríguez ya tienen una banca y una salida con reconocimiento del Gobierno.

Facundo Moyano es otro que ocupa los primeros puestos, un reconocimiento a los reclamos sindicales y a su propio perfil, más aggiornado que el de la mayoría de los cuadros cegetistas.

Los representantes de La Cámpora son otros que salieron gratificados de Olivos, de raje a la Casa de Gobierno a firmar la papelería respectiva, bajo la mirada atenta de Zannini y del apoderado del FpV Jorge Landau. Andrés Larroque, “el Cuervo”, va tercero en la Ciudad Autónoma, un rango que sería más que suficiente para acceder al Congreso si se conserva la alta intención de voto que las encuestas atribuyen a la Presidenta en ese rodeo, habitualmente ajeno. Eduardo “Wado” de Pedro estaría en la lista provincial, en condiciones de llegar a la Cámara con facilidad.

Roberto Feletti, número dos de Economía, encabeza la lista de diputados porteños, lo que anticipa, en caso de victoria del oficialismo, un cambio total en ese ministerio.

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El poder, contra lo que suponen los incautos, no es algo material e inmutable, como podrían ser las armas o el dinero, que a veces lo generan o cimentan. El poder es relación entre personas, que se organizan en relaciones de mando y obediencia. En política democrática no manda quien grita más o ejercita la fuerza desnuda sino quien tiene legitimidad, capacidad para generar obediencia. Si Cristina Fernández consigue tener tamaña incidencia en el armado de las listas no es porque blande la consabida “lapicera” ni porque prepee a sus compañeros. Quien conozca apenas la cultura política de la dirigencia peronista sabrá que esa tropa es chúcara y nada dócil para ser arreada.

La autoridad, el liderazgo tributan, en sustancia, a legitimidad, traducida en alta virtualidad electoral. A diferencia de 2009, su intención de voto orbita muy encima de la de los demás. Ese hecho, que lubrica la conveniencia colectiva, ordena al conjunto.

Ese recurso explica el alto protagonismo en el diseño de las listas nacionales aunque no garantiza el acierto de las designaciones ni la eficacia de todas las operaciones. En Córdoba, por ejemplo, el armado del FpV deja mucho que desear. En Santa Fe, la hábil maniobra de poner como cabeza de lista al reutemista Omar Perotti para conservar los votos que lo acompañan, no garantiza ese resultado. Los nombramientos conocidos ayer deberán pasar la prueba ácida del veredicto de las urnas.

Como fuera, la Presidenta está al mando del Gobierno, con buena imagen pública y en pole position para octubre. Casi nadie, fuera de Olivos y la Rosada, imaginaba tal horizonte cuando las retenciones móviles, tras las elecciones de 2009 o cuando el fallecimiento de Néstor Kirchner. Sin embargo, viene siendo. Aunque, como siempre, el veredicto definitivo lo dará el pueblo soberano a la hora de elegir su futuro.

Todos en la pista

Ocho fórmulas presidenciales se anotaron para las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO). Un consenso invisible ligó a los que aspiran a llegar a la Casa Rosada: ninguno competirá en internas, que en algunos casos se decidieron con encuestas o con muñeca y en otros con secesiones. Varios candidatos ya lo fueron con anterioridad: Cristina Fernández de Kirchner, Eduardo Duhalde, Elisa Carrió, Alberto Rodríguez Saá, Jorge Altamira. Otro, Hermes Binner, asciende en un cursus honorum calculado: intendente, gobernador, ahora presidenciable. Ricardo Alfonsín se suma a las grandes ligas con el sustento del segundo partido del sistema político y una alianza impensable a comienzos de año, en la que el pragmatismo golea a la coherencia ideológica. Alcira Argumedo, ungida a último momento por Proyecto Sur, ejercita un intento testimonial. Deberá lidiar duro contra la exigencia del piso del uno y medio por ciento de los votos válidos emitidos, que también desafía al postulante de la alianza de izquierda. Casi todos los partidos sudarán la gota gorda por tener representación en todos los distritos cumpliendo ese requisito, exceptuado el Frente para la Victoria (FpV) y, acaso, la coalición entre Alfonsín y Francisco de Narváez. Estos dos postulantes son los emergentes de la elección de 2009 que mantienen cotización. El escenario general cambió mucho desde entonces, a favor del FpV.

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Del panradicalismo a la UCR colorada: El radicalismo fue el partido vencedor en el conflicto de las retenciones móviles, merced al protagonismo de Julio Cobos en su definición. El vicepresidente, un radical atípico que consigue terminar su mandato, dilapidó su potencial por dormirse en los laureles y creer en lo que contaban los medios.
El senador Ernesto Sanz fue un prospecto de probeta de los medios y las corporaciones. Ambos quedaron en el camino, vencidos por Ricardo Alfonsín ante quien, como el protagonista de Cafetín de Buenos Aires, se entregaron sin luchar.
La primera hipótesis de trabajo de la UCR y de Alfonsín fue comandar un espacio panradical, abierto algo a su centroizquierda. Reconciliarse con las hijas pródigas Carrió y Margarita Stolbizer, sumar a los socialistas y a Proyecto Sur. Limitaciones en el liderazgo, cierta dilución de la inicial perspectiva triunfalista y el giro hacia De Narváez dinamitaron ese proyecto.
Jugada pragmática por demás, el acuerdo con el camaleónico Colorado se santificará o lapidará según el resultado electoral. Los candidatos que se fueron agregando, incluyendo los aspirantes a vice en nación o en Buenos Aires, no capacitan para imantar multitudes o nuevas adhesiones.

Las sucesivas votaciones en provincias han mostrado flaco al radicalismo, circunstancia que (todo lo indica) ratificarán Misiones, Tierra del Fuego y la Ciudad Autónoma. Ese dato fue tabulado por los boinas blancas para virar a derecha, habrá que ver si eso contrapesa pérdidas de ciudadanos con otras perspectivas ideológicas o independientes. Hasta ahora, las encuestas no convalidan la jugada.

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Binner suma, Pino resta: El gobernador Binner es sensato, no sueña con llegar a la segunda vuelta aunque sí con acumular un caudal aceptable de votos, como base para una construcción futura. Hasta ahora se movió paso a paso, tomando riesgos que pudo sortear. Impuso su delfín en Santa Fe, pugnando con su propio partido. Antonio Bonfatti ganó la interna y puntea en las encuestas para gobernador aunque el gap con el diputado kirchnerista Agustín Rossi no le da margen para cantar victoria anticipada, una práctica siempre desaconsejable.

Binner rumiaba desde hace un buen rato vertebrar un frente de centroizquierda, aunque no desechó ir con Alfonsín hasta que éste torció su rumbo. Sumó, diríase ecológicamente, al partido Nuevo de Luis Juez, al GEN de Stolbizer y al conglomerado que encabezaba el diputado Fernando Solanas. La entente se sostiene en Santa Fe (el pilar del proyecto de Binner, el que siempre ranqueó en primer lugar) y en Capital. En el área nacional se desmadró al poco tiempo de acordarse. Solanas se abrió, disconforme con la forma en que se conformaron las listas. La reacción fue cuestionada y no acompañada por sus propios aliados del último bienio, Libres del Sur y el sector que encabezan Víctor De Gennaro y Claudio Lozano. Sin adentrarse en discutir la justicia o no de las operaciones de cierre la reacción de Pino trasunta más su personalidad e intransigencia que la soltura política exigible a quien aspira a gobernar y no sólo a testimoniar posturas. Centrifugó a su sector y a su bloque, no convenció ni a los propios. Todo cálculo contenido en esta nota se subraya por única vez pero vale para toda su extensión, es relativo por estar supeditado a los sondeos. Esto dicho, todos los protagonistas leen los sondeos (que divergen menos que en otras elecciones) para determinar sus ambiciones y sus tácticas. Solanas, bajo ese prisma, tiene menos potencial que Binner y Luis Juez, a quienes dejó de lado. El socialismo, ya se dijo, está bien en Santa Fe. Juez sigue siendo muy competitivo en Córdoba. Proyecto Sur parece sucumbir a la polarización en la Ciudad Autónoma, lejos de disputar un sitio en la segunda vuelta. En ese ranking, darse por ofendido y achicar un espacio en construcción parece una movida exorbitante, de improbable rédito y débil para convocar adhesiones.

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Panperonismo con más fugas que sumas: El Peronismo Federal también se galvanizó con la Resolución 125. Tenía dos presidenciables con potencial, uno propio y otro prestado: el senador Carlos Reutemann y el jefe de Gobierno Mauricio Macri. Si conseguía unirlos y mantener en el rodeo a De Narváez, podía suponer una elección con tres fuerzas en relativa paridad, como la de 2009. Como a los correligionarios, la falta de liderazgo los lastimó pero, a diferencia de éstos, no contaban con un partido que mantuviera al menos la fuerza propia.
La proliferación de candidatos, una vez desistidos “Mauricio” y “Lole”, trasuntó debilidad antes que riqueza. La carencia de afectio societatis polarizó y dividió al espacio. Rodríguez Saá y Duhalde no supieron hacer una interna decorosa ni masiva. Van separados, Macri y De Narváez les quedan afuera.

Reutemann y Felipe Solá observan el devenir desde sendos “no lugares”: asentados en sus bancas con mandatos que tienen cuatro y dos años por delante. Se pronunciarán después de las urnas y pasarán facturas a los federales o al kirchnerismo o a ambos, según cómo se exprese el pueblo. Desde su propio interés quedaron relegados, su ausencia traduce las limitaciones para sumar del agregado federal.

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Coda: El cronista cree que en sistemas políticos estables son los gobernantes quienes ganan o pierden las elecciones. La saga de lo ocurrido desde 1983 hasta la fecha robustece la hipótesis.
Un inusual contexto de crecimiento económico y estabilidad política (comparado con los standards promedio en la Argentina) tonifica a los oficialismos nacionales, provinciales o municipales.
A nivel nacional, el kirchnerismo prima a interesante distancia, fortalecido por los resultados económicos y la dispersión opositora. Si la gestión y la visibilidad son sus fuertes, dialécticamente acunan sus debilidades. Parece estar más a merced de errores propios, de “fuego amigo” que de aciertos de sus adversarios. El escándalo provocado por las denuncias (a esta altura, ecuménicas) contra Sergio Schoklender es el ejemplo más cercano, que debería desalentar triunfalismos prematuros. Golpeó fuerte en el electorado porteño, debilitó al FpV y dio un aventón a las chances (de por sí altas) de Macri. En lo nacional el impacto fue menor pero no irrisorio. La vanguardia de la oposición, las corporaciones mediáticas, machaca sobre ese clavo ardiente.
Los postulantes opositores no agregan mucho a la agenda mediática. Los cierres de listas (con su lógica, no cuestionable en esencia, carga de zancadillas, roscas y trapisondas) no agregaron figuras vistosas o convocantes al diseminado Grupo A. Los discursos de los referentes opositores carecen de sugestión, por no hablar de los programas. Su bandera principal es terminar con el kirchnerismo, quizá no sintonice con las demandas colectivas más acuciantes.
A nivel nacional, no hay una oferta de centroderecha autodefinida como tal. De Narváez (que se maquilla con los radicales y con la itinerante Graciela Ocaña) y Macri (más asumido) sí enarbolan esa bandera en distritos grandes. Miguel Del Sel ansía hacerlo en Santa Fe, con los colores de PRO y un discurso pseudopopulista. Carrió, seguramente, quiere interpelar a ese target con la candidatura de Mario Llambías a diputado en la provincia de Buenos Aires. Tal vez la oferta atrase dos años. Llambías deberá sudar lo suyo para acceder a una banca. Curioso personaje el ruralista que alega que sus adversarios habitan en el zoológico, siendo él un gorila gutural que ama a las vacas.
Si las elecciones fueran hoy, nadie lo discute hablando en serio, Cristina Kirchner ganaría en primera vuelta. Serán dentro de cuatro meses, nada está cerrado hasta entonces. Los opositores apuestan a algún hecho descalificante, a que triunfos del socialismo en Santa Fe o del PRO en Capital tonifiquen a partidos distintos a los que pueden primar allí. O a que las primarias organicen el voto opositor, sea porque surja una opción polarizadora, sea por temor a una oleada kirchnerista. No son grandes bazas, pero son las mejores de que disponen. Mientras dure el juego, nada está definido. He ahí otro motor para una esperanza que hace dos años o tres rayaba más alto.

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